lunes, 29 de agosto de 2011

CAPÍTULO 29. Sé, que voy a ir al infierno.



El estudio de este caso ilustra, cómo una enseñanza religiosa puede afectar a nuestras creencias sobre la vida y la muerte. Lo que se nos enseña de niños nos acompañará en la adultez. Las creencias basadas en el miedo pueden convertirse en pesada carga debilitante. Mi cliente, Éimi, soportó una carga de condena a lo largo de su vida, lo que la afectó seriamente. El miedo al infierno es común entre personas educadas en algunas confesiones religiosas, e incluso entre las que no la han recibido. Como mostrará este caso, el infierno es una construcción de las enseñanzas terrenales, no una experiencia propia del mundo espiritual.

ÉIMI HABLABA CON VOZ SUAVE cuando se sentó, por primera vez, en mi consulta. «Sé que voy a ir al infierno”. Me sorprendió escuchar esta declaración pero, a pesar de ella, Éimi no tenía objetivos específicos para su sesión de regresión, sólo curiosidad por lo que podría descubrir. Su inminente condena al infierno le parecía tan evidente, que me di cuenta de que ya se había rendido a su destino. Éimi dijo que, en lo profundo de su corazón, sabía que viviría eternamente en el infierno.

Desde su infancia, la familia de Éimi acudía a una pequeña iglesia fundamentalista cristiana. Éimi ahora tenía veintiséis años, y su familia y su ministro la habían convencido de que iría al infierno por su conducta. Mientras me explicaba cosas sobre su vida religiosa, admitió que aún no había sido bautizada en su propia iglesia porque había fracasado como cristiana, y no era merecedora del bautismo. Éimi continuó explicando que, el día de su boda, su propio ministro se negó a casarla. Tuvo que acudir a uno de otra iglesia. Cuando le pedí que me ampliara la información, dijo que no es cristiana porque no se bautizo. No tenía esperanza alguna de satisfacer las exigencias de su iglesia y ministro, en el futuro.

Esta joven continuó describiendo la pesada carga de culpa, vergüenza y responsabilidad que llevaba consigo, con estas palabras;
“Vivo en agonía por un par de personas, que han ido al infierno por mi culpa. Me siento culpable, porque no les leí la Biblia, y no hice algo para llevarles a Cristo, antes de morir. Siempre me han dicho que es mi deber hablar a la gente de la Biblia, y enseñarles. Estás obligada a hacerlo por los demás”.

Cuando le pedí que me lo explicara, dijo;
“En una ocasión, el ministro me usó como ejemplo en nuestra iglesia. Habló de mí ante todos los demás feligreses. Cuando tenía catorce años, mi prima y yo pasábamos tiempo con un chico. Era interesante, tenía veintitrés años y una motocicleta, de modo que nos gustaba estar con él. Murió de repente. El ministro contó a la congregación que yo debería haber dedicado el tiempo a hablarle de Cristo y leerle la Biblia. Dijo, que sólo tenemos una ocasión en la vida de hacer las cosas bien. No tenemos una segunda oportunidad. Salí corriendo de la iglesia, llorando. Sabía, que era culpa mía que este amigo no fuera al cielo, porque no me tomé el tiempo necesario para hablarle de Jesús”.

En casa, la madre de Éimi apoyaba el punto de vista del ministro, y reforzaba esta carga debilitante de vergüenza y culpa por causar la condena eterna de otra alma. No había manera de que Éimi pudiera resolver, o reparar, su error. Le habían dicho que sólo tenía una oportunidad de hacerlo bien, y había fracasado completamente. Continuó explicando, que no sólo había fallado a aquel hombre, sino a todas las personas que había conocido en su vida, pues no las había llevado a Jesús. Esta niña de catorce años, llevó esa responsabilidad durante los siguientes doce años de su vida.

Cuando empezó la sesión, mi cliente fue al recuerdo de estar en el útero de su madre. A medida que profundizaba en la hipnosis, parecía dudar y tener miedo. Hablaba con voz de niña. Tenía poca conciencia de poder elegir un cuerpo, o un plan de vida. «No me gusta la sensación de mi cuerpo”, dijo. Cuando le pregunté por su compatibilidad con este cuerpo y cerebro, replicó; «Creo que también está enfadada con él. Está luchando contra él”. No era consciente de otra cosa, en el útero materno.

Éimi, continuó remontándose en sus recuerdos de vidas pasadas, pero le resultaba difícil reexperimentar. De repente, tenía doce años, un vestido de harapos marrones, pelo sucio, y estaba muriéndose de hambre, sola, en un pantano, a las afueras de un pueblo norteamericano.
Había sido expulsada del mismo. Me dijo; “Siento que no puedo volver a la ciudad. Aquí, me muero de hambre. Estoy sola. Esta vida es dura y solitaria, y no hay gente buena. No me gusta esa ciudad, allí no hay nada bueno. No siento nada bueno. No siento que hayan hecho algo por mí. Puedo irme”.

Pasamos a su experiencia de muerte. Durante la transición de la muerte, contó lo siguiente; «Estoy en el cielo, pero miro a mi cuerpo. Sigo sola, pero miro hacia abajo. Estoy en los árboles. Enfadada. Sigo enfadada».
-; Le pregunto; ¿Qué piensas de tu muerte?
--; Responde; Bueno, hace que me sienta enfadada.
Éimi sintió más incertidumbre y dudas. La transición al mundo del espíritu le parecía algo nuevo. La animé a registrar cualquier cosa que le viniera a la conciencia. Y continuó diciéndome;
--; Al alejarme, todo quedó negro. Hay algo blanco y trémulo. Es muy blanco. Baila, y se me aproxima. Está lejos, no puedo distinguir. Parece que tiene alas. Siento como si me absorbieran. Podría resistirme, pero no sé a dónde ir. La luz blanca me rodea y, después, se retira. Es una persona. Me empujan al espacio exterior. (Larga pausa.) No puedo ir más lejos.

Después de largo silencio, Éimi se dio cuenta de que no podía ir más lejos. Tenía que volver, y visitar su vida anterior. Se resistía, y estaba enfadada. Le ayudé a superar su resistencia. Mientras volvía a mantenerse, silenciosamente, suspendida sobre su cuerpo de doce años, dijo;
--; Creo que necesito perdonar a la gente. No sé por qué. Nada les he hecho. Simplemente, eran gente cruel y desagradable. No puedo perdonarles. (Larga pausa.) Esto es una lección. Aprendo lo destructivas que pueden ser la crueldad y la falta de amor. Ya no necesito mirar a mi cuerpo.

Éimi sintió sensación de libertad y se alejó, inmediatamente, de la Tierra, camino del mundo del espíritu;
--; Mi guía me rodea y llena de amor y alegría.
Liberada de los malos tiempos, descubre con rapidez a su grupo de almas. Su hermano en la vida actual, aparece como luz blanca, con tonos azules. No llega a reconocer a los demás, que siguen siendo blancos como ella. Cuando le pregunto por su grupo, dice:
--; Tenemos los mismos problemas con la gente y el perdón. Ellos hacen, aproximadamente, lo mismo que yo. Creo que nos queda largo recorrido por delante. Siento cierta alegría, pero parece que tenemos que aprender más. Son divertidos. Hacemos el payaso. Mi grupo vuela por el espacio. No estamos en la Tierra, sino en nuestros bosques. Es como volver a estar vivos. Hay cuatro luces blancas, y se ríen. No sé quiénes son.

Le pregunté si el grupo tenía algún objetivo. Ella respondió rápidamente; «el grande». Parecía pensar que, con eso, lo decía todo. Cuando le pedí que me aclarara aquello, Éimi dijo;
--; Todo tiene que ver con el amor, con la gente, y con que te guste la gente. No conseguimos grandes progresos en este objetivo. Siento que no puedo ir más lejos. No puedo avanzar más con mi guía, porque no estoy preparada para ello. Parece que hay algo más grande. Cada vez que abandono las luces de mi grupo, estoy en el espacio. Siento el tirón de volver al grupo. Soy feliz allí. Son personas familiares.

La voz de Éimi se hizo más clara y confiada con respecto a los asuntos de su vida actual, y así lo contó:
--; Tengo que trabajar en ello. Paso momentos duros, pero no más de lo que puedo soportar. No me gustan los humanos. Me gustaría quedarme donde estoy. No, no recuerdo las elecciones. Y tampoco recuerdo haber deseado estos momentos duros en la Tierra. Estoy tratando de aceptar a las mujeres, intentando ser justa y hacer las cosas bien. Siempre he sido mujer.
-; Le pregunto a Éimi; ¿Estás viviendo, esta vida, de acuerdo con tus objetivos?
--; No hago suficientes cosas con la gente. Tengo que involucrarme más con ellos. Tiendo a aislarme.
-; ¿Qué debes hacer?
--; Lo que más temo. Se supone que tengo que abrir los brazos a la gente, abrazarles e implicarme con ellos. Debo aprender a amar, y a comprender a la gente.
-; ¿Cuál es el propósito de la vida que vives actualmente?
--; Aprender a querer a todos. Soy muy amorosa, pero reprimida. Tengo que aceptar, y querer más a todos.
-; Consulta con tu guía para ver cómo conseguir eso.
--; El corazón. Sólo el corazón.

-; ¿Cómo encajan la iglesia, o la religión, en este propósito de vida, si es que lo hacen?
--; Sí encajan. No la religión, sino la iglesia de Dios. Dios encaja. El creador, todo por razones que no llego a entender. El creador de la Tierra y de los seres humanos, de modo que todo tiene que ver con el amor, eso es lo único que llego a entender.
-; Quiero que consultes sobre la existencia del infierno.
--; (Larga pausa.) Siento escalofríos, y vislumbro rostros. (Larga pausa). Pero creo que son almas atormentadas. (Pausa, aún más larga). Pero ahora creo que se lo hacen a sí mismas, el infierno es su propia creación. Mi guía me muestra que es oscuro y frío.
-; ¿Qué tienes que saber sobre el infierno?
--; (Larga pausa.) Que es su propia creación. Como en mi caso. No estoy atascada. Es su propia creación. Es una falta de entendimiento. Simplemente no entienden la simplicidad. ¡No la entienden! ¡Se supone que tienen que buscar respuestas!
-; ¿Cómo de avanzada estás, con respecto a ellos?
--; Estoy lejos de ellos.
-; ¿Y cómo te sientes con todo lo que has aprendido?
--; Me siento bien. No puedo explicarlo. Suelo decir que estoy atascada, pero no lo estoy. Se trata de entender, pero me cuesta verlo. Es perfecto, y hay más. No puedo explicarlo.
-; ¿Hay algo más que tu guía quiere que sepas?
--; Amor, amor, y amor. Eso es todo lo que hay.

Han pasado cinco años. Ahora, Éimi tiene treinta y uno. En una conversación conmigo, recuerda su experiencia de una vida anterior, a finales del siglo 18, en la que murió de hambre cuando casi era niña.
--; Estuvo mal. Todo el mundo me atormentaba. En esta vida, siguen ocurriéndome cosas similares.
-; ¿Qué es lo que más te gustó de la experiencia de regresión?
--; Lo que más me gustó, fue ver a la otra gente allí. Vi lo suficiente como para hacerme creyente. Hay una razón por la que estamos aquí. Ahora tengo paz mental. Las ideas sobre el cielo y el infierno confunden a la gente. Es un alivio saber que hay más de una oportunidad de hacer las cosas bien.
-; ¿Qué pensaste al escuchar la grabación de tu sesión de vida entre vidas?
--; Había olvidado, que buena parte de esta experiencia transcurre entre las vidas que vivimos aquí, en la Tierra, y que también se puede ver a la gente entre vidas. Por ejemplo, durante la experiencia, estuve con mi hermano pequeño. Él sigue vivo, y está conmigo en esta vida, pero recuerdo haber leído en el libro del doctor Niúton, "La vida entre vidas", que sólo una parte de nuestra energía está aquí, en esta vida, y que la otra permanece en el mundo espiritual. Me siento más cerca de él que de cualquier otra persona. Él es el único al que reconocí durante la experiencia. Me molesta que ni siquiera viera a mi marido.
-; ¿Qué impacto tuvo la experiencia en tu vida, si es que tuvo alguno?
--; Me aligeró, e hizo que las cosas tuvieran sentido. Me gustó, y me hizo ver la razón por la que todos estamos aquí.
-; ¿Qué dirías ahora del infierno?
--; Vi a gente sufriente y angustiada. Estaban en un lugar oscuro, y hacía frío. Sus rostros iban apareciendo ante mí, pero no reconocí a nadie. Tuve la impresión de que podrían haber seguido la luz. No había nadie que les atormentara. Simplemente, no seguían la luz. Más que nada, parecían perdidos. Trataban de ver la luz. No sabían. Vi un lugar oscuro, frío, negro. Cuando me di cuenta de que estaba en medio de ese lugar oscuro, di un paso atrás. No reconocí los rostros. Simplemente, seguí adelante, y salí de allí, hacia la luz y la calidez. Ahora me doy cuenta de que las expresiones de sus caras no eran de agonía o dolor. Simplemente estaban confusos y perdidos. No sabían dónde estaban, ni qué hacer.
-; Cuando la gente lea tu historia, ¿qué quieres que entiendan de tu experiencia?
--; Tengo la impresión de que es muy simple. Hay tanta lucha, muerte y sentimientos de culpa por los que han muerto. Tú eliges. Todo es muy elemental. Me siento mejor con todo.
-; ¿Tienes algo más que decir, en lo que concierne a tu experiencia?
--; Fue muy positiva. Se llevó la culpabilidad y alivió mi conciencia. Sigo creyendo en Jesucristo, pero no en el infierno. Ahora, creo que tenemos más de una oportunidad para aprender y mejorar. Tenemos más de una oportunidad.

Esta joven había sido condicionada para vivir, toda su vida, esperando lo inevitable; una vida terrorífica e infernal después de la muerte. A pesar de esta programación, Éimi descubrió otra cosa. Hubo un guía amoroso que le reconfortó, y su grupo de almas buscaba diversión, y le dio apoyo. Experimentó el perdón y, después, se liberó de la angustia. No encontró un infierno en el que las almas estén condenadas a la agonía y castigo eternos, sino un lugar donde algunas almas confusas realizan sus elecciones. Descubrió la diversión, la normalidad y la comprensión, y también que tenemos más de una oportunidad de aprender y mejorar.