lunes, 29 de agosto de 2011

CAPÍTULO 27. Un viaje hacia la la libertad.




La vida de Yódi estaba bajo mínimos. Su venida a la vida había sido poco auspiciosa. Sufrió ligero autismo, y una enfermedad le hacía mover los ojos sin control. Más adelante, se descubrió que era disléxico. Poco después, una operación de hernia le dejó muy dolorido, haciendo descender, drásticamente, sus niveles de energía. El dolor, y la falta de energía, produjeron cambios negativos en su vida, generando una severa depresión. Intentó suicidarse. A pesar de su autismo y dislexia, Yódi era muy inteligente en muchas áreas de la vida, particularmente, en la música y el arte, pero sus problemas hacían que los demás le percibieran como torpe o estúpido. Incluso sentía que su propia madre se avergonzaba de él y de sus dolencias, y la actitud cruel de su abuelo aumentaba la pena y la humillación que sentía su madre. Se sentía confuso, infeliz y, a menudo, frustrado; el contraste entre lo que ocurría en su cerebro, y lo que era capaz de expresar, era una constante fuente de frustración.

YÓDI TUVO DOS SESIONES de regresión que le permitieron encontrar la necesaria aceptación de sus limitaciones corporales; le permitieron sentirse libre de ser feliz.
Hasta ese momento, Yódi había tenido una vida difícil. Lo más duro era el resentimiento hacia su propio cuerpo, que le había decepcionado en muchos sentidos. No podía aceptar las limitaciones que su cuerpo, y sus problemas corporales, le imponían. Esta falta de aceptación se mezclaba con, o tal vez había sido generada por, la vergüenza que su madre sentía hacia su condición. No es sorprendente que tuviera una autoestima muy baja, y que quisiera cambiar eso. Necesitaba entenderse a sí mismo, y saber cuál era el propósito de su vida, en aquel cuerpo aparentemente inútil. Quería liberarse de su terrible depresión. Quería ser feliz.
Durante su regresión en estado de hipnosis, Yódi se relajó fácilmente, y pronto empezó a visualizar imágenes de una hermosa muchacha, de diecinueve años que, según él, «estaba llena de confianza y provocación sexual». Su vida estaba hecha un lío porque se dedicaba a la prostitución, tenía amistades poco recomendables y se había quedado embarazada; no tenía dónde ir, ni a quién recurrir. Finalmente, él la observó suicidarse, adentrándose en el mar. Se oyó a sí mismo diciéndole; «¡No lo hagas! ¡No lo hagas!», pero ella lo hizo. Él contemplaba la acción, pero parece muy probable que se estuviera viendo a sí mismo en una vida anterior.
Resulta interesante entender que, en esta vida, Yódi se había sentido tan desesperado como para intentar suicidarse, tal y como había hecho la chica que vio en su regresión.
Muy a menudo, cuando uno hace las cosas mal en una vida y se suicida, el alma busca otra situación similar, en una vida futura, para volver a ponerse a prueba. Así, Yódi estaba siendo puesto a prueba, y en su intento de suicidarse se volvió a equivocar, pues el intento no tuvo éxito. Se había dado a sí mismo otra oportunidad.
Después de haber pasado el proceso de muerte e ir al más allá, se encontró con su guía, Galcien. Como su nivel de energía era tan bajo, Yódi le preguntó si había encarnado con energía suficiente para las tareas que tenía que completar en esta vida. La respuesta fue, no, y se acordó que pudiera empezar a recibir más energía inmediatamente. Durante los cinco minutos siguientes Yódi recibió un flujo de energía increíble. Dijo que era como si estuviera enchufado a una gran batería eléctrica que le dejó muy energizado. Al verle y escucharle, era fácil constatar que el cambio era sustancial. Estos aportes de energía sólo pueden ser temporales, pero deben haber durado el tiempo suficiente como para satisfacer sus necesidades inmediatas, porque Yódi dijo que se sintió estupendamente durante cuatro días.
Poco después de nuestra primera sesión, una bomba estalló en su vida; fue arrestado y acusado de violación. La policía le retuvo en una celda, y le interrogó. Después de su liberación, fue obligado a abandonar su casa, y a vivir lejos de aquella zona. Su mundo quedó trastocado.
La mujer que le acusaba no sólo negaba su consentimiento al acto sexual, sino que también negaba que ambos tuvieran una relación previa. Fue un periodo horrible para Yódi, pero me contó que, gracias a la regresión y a la recarga temporal de energía, tuvo el valor de afrontarlo, emergiendo de la situación con más fuerza de la que nunca hubiera esperado. El trabajo realizado, le ayudó a entender que quien le acusaba era una mujer enferma, por la que llegó a sentir lástima. Ella tendría que vivir con esa carga en su conciencia, mientras que, la de él, estaba limpia. Yódi tuvo que esperar muchos meses a que llegara la oportunidad de demostrar su inocencia, y esa espera fue una dura prueba.
Durante esta época de tanta incertidumbre, Yódi realizó una regresión formal al período de vida entre vidas, que fue continuación de la sesión precedente. No conocía los libros del doctor Newton pero, a pesar de ello, se encontró con buena parte de las experiencias vividas por otros, lo que dio mucha autenticidad a su proceso. Durante su regresión, Yódi expresó, una y otra vez, una insatisfacción extrema con su cuerpo.
Sus imperfecciones físicas eran el núcleo de todo lo que no funcionaba en su vida. Regresó a la infancia, donde se recordó sentado en su silla alta, incapaz de hablar con claridad aunque su autismo era leve. Describió su sentimiento de frustración porque las palabras se formaban en su mente, pero no salían al exterior. Era como estar amordazado. Después, regresó a un momento anterior, cuando estaba en el útero. Aquí, las cosas fueron aún peores para él, porque se sintió atrapado, incómodo y apretado. Estaba frustrado con su cuerpo, sintiendo que no era el que él había elegido, y en su frustración, dio una patada tan fuerte, que rompió el cóccix a su madre.
No le cabía duda alguna de que su cuerpo no era un buen vehículo para su alma, y no le gustaba en absoluto. No funcionaba como él quería. Le parecía muy rígido. Nunca se había sentido integrado con él, y tenía que esforzarse para todo. La superación del desprecio que sentía por su cuerpo iba a ser difícil para él, pero hasta que se produjera, estaría atrapado en su infelicidad.

Entonces, visitamos otra vida anterior donde, una vez más, se había sentido infeliz con su cuerpo. Después de su muerte en esa vida, la inmediatamente anterior, se vio mirando a su propio cuerpo, sintiendo indiferencia hacia él, como si tuviera la sensación de que tampoco había sido el adecuado. En cualquier caso, a estas alturas, estaba muerto y liberado de la pesadez y del cansancio de aquella vida; se sentía bien.
Aquí, una vez más, hay pruebas claras de que el karma está planificado por la gran decepción que había sentido con su cuerpo en ambas vidas. Al dejar ese cuerpo, fue atraído por una energía magnética, altamente condensada. Vio ante si una luz que se hacía más intensa a medida que se le aproximaba. Esa fuerza le atrajo aún más, permitiendo que su miedo inicial a lo desconocido sucumbiera ante la energía amorosa, elevando su estado de ánimo hasta la dicha absoluta. Sintió que ascendía a un lugar donde podía superar las emociones negativas producidas por sus problemas corporales aunque, incluso allí, le resultó duro.
Su guía, Galcien, un personaje cálido y confiado, apareció ante él como un ser andrógino de puro amor. Le otorgó una alta puntuación por la actuación en su última vida, y le dijo que su ritmo de desarrollo en la actual había sido enorme, a causa de las dificultades físicas, y por eso había sido tan duro. Yódi, cuyo nombre del alma es, Yos, sabía que su guía estaba con él, y reconoció que, muchas veces, le había salvado de la muerte. Cuando visitó a su grupo de almas, los describió como, «alegría y risa»; todos operaban en una onda armoniosa. A continuación, se encontró con los ancianos barbados, (lo que los clientes suelen llamar, el Consejo de Ancianos), en una pequeña capilla parecida a un aula con sillas y pupitres, con su guía sentado tras él. Le dieron consejos sobre la mujer que le había acusado de la supuesta violación, diciéndole que ella estaba proporcionándole otra oportunidad de avanzar.
Al salir de su encuentro con el consejo, Yos, tomó la decisión de encontrarse con el alma que había sido su abuelo, aquél que tanto le maltrató. Cuando estaba vivo, Yódi, le había odiado por su arrogancia y crueldad, y le había llamado, «bastardo», por avergonzar a su madre. Una vez más, estaba siendo llevado a tratar el tema de la decepción con su cuerpo.
Después de unos momentos de contemplación callada, anunció que ya podía permitirse sentir de otra manera con respecto a aquel hombre que le había hecho sufrir tanto. Se hicieron amigos y, Yódi, le dijo que le quería, y que lamentaba haberle odiado, pues ahora tenía una sensación clara de su amor y de su humildad.
El principal objetivo de Yódi en la sesión, era descubrir una ruta hacia la felicidad, de modo que le sugerí que pidiera ayuda a su guía con relación a este tema. Galcien, le dijo que había estado poniendo demasiada energía en las relaciones personales, y que esto era una equivocación en su caso, pues no estaba en su plan. Su propósito era viajar y ayudar a otros. Seguidamente, hubo otro momento de transformación interna, después del cual, Yódi, anunció que si veía las cosas globalmente, el hecho de haber venido a la encarnación con problemas corporales no importaba. Pero seguía sintiéndose decepcionado por no poder alcanzar sus objetivos humanos. Además de dejar atrás parte de su insatisfacción, tenía otras barreras que superar.
En el siguiente tramo de nuestra sesión, Yódi se vio a sí mismo en un espejo, y dijo;
“Me veo a mí mismo en el espejo. Entro en él. Allí hay una luz brillante, como si hubiera ido más allá de mí mismo, y fuera la luz. Es preciosa, reconfortante. Mi corazón está llorando. Es como si no se me permitiera saborear sus frutos, la calidez y el amor. Estoy allí para observar. Siento que he tenido que morirme para estar allí. Tengo que pasar por esto, por el juicio por violación, para poder pasar a otra cosa; me siento contento de saber que hay algo más, dentro de mí, con lo que puedo conectar, aunque me resulte difícil.

En el lugar de la selección de la vida, se dio cuenta de que había elegido a sus padres más que a su cuerpo. Había probado el cuerpo, pero sólo cuando estaba estático. Se sintió confiado con él, y le pareció bien, pero empezó a sentir dolor cuando ya era demasiado tarde, cuando ya había encarnado en ese cuerpo y empezó a moverse. Aún le costaba aceptar que había accedido a seguir adelante. Dijo;  «era, casi, como si me hubieran engañado para que lo aceptase”.
Después, se tomó tiempo para reflexionar, y en un cambio de opinión casi milagroso, decidió que, en realidad, estaba satisfecho con su cuerpo, pues se había dado cuenta de que, cualquiera que fuera su forma encarnada, podía aprender lecciones valiosas.
Durante la regresión, Yódi tomó conciencia de una emoción negativa en su cuerpo. El efecto de esta emoción negativa era una sensación de pesadez, y esa pesadez, según creía, era un autocastigo porque se sentía culpable de haber sido un adolescente difícil, y por no haber ayudado a sus padres todo lo que podía. Entonces, sus padres se unieron a él, y su padre extendió los brazos para acogerle. Se abrazaron, y Yódi dijo a su madre que lo sentía, y ella le respondió, que todo estaba bien. A pesar de obtener el perdón de sus padres, Yódi seguía sintiéndose culpable, y dijo que en su adolescencia se había rebelado contra el mundo, y estaba muy confuso. Esto había hecho de él un ser taciturno y abatido, y las experiencias le producían más dolor en lugar de aliviarle. Entonces, después de otros momentos de reflexión, experimentó otro cambio milagroso. En un tono muy feliz, anunció; «¡Ellos me eligieron a mí! Me siento mucho mejor. Casi tengo ganas de llorar. Gracias, mamá y papá, gracias por tenerme, por ser mis padres. Me siento fenomenal diciendo esto”.
En ese momento, supe que se estaba produciendo una curación profunda. Yódi, había aceptado que, ser él mismo, estaba bien, a pesar de sus limitaciones. Ahora se entendía mejor a sí mismo. Dijo; «Me siento más completo, e internamente tengo la sensación de saber que todo va a estar bien”. Un par de días después, Yódi me dijo que la sesión  «le había curado el corazón».

Por desgracia, a pesar de un gran coste emocional y económico, Yódi fue incapaz de probar su inocencia ante el tribunal, por lo que tuvo que ir a prisión. Ésta fue una época terriblemente difícil para
él, en primer lugar por ser incapaz de probar su inocencia, pero sobre todo, por verse rodeado de hombres de naturaleza violenta y perturbada. A pesar del terror que le causó su confinamiento, me ha contado que ha sido capaz de reconciliarse con lo ocurrido, y de aceptarlo de un modo mucho más positivo que si no hubiera hecho las sesiones de regresión y no hubiera tenido la fuerza adquirida en las experiencias. También estaba seguro de que, de no haber sido por este trabajo, habría tenido muchas dificultades para resistirse al deseo de suicidarse. Ahora, ha salido de la cárcel y está en el proceso de reconstruir su vida.
Recientemente me ha llegado correspondencia de Yódi, diciendo lo siguiente;
“Ahora, me siento más completo en mí mismo, la luz de mi piloto está encendida; una luz cálida y brillante que ya nunca me abandonará, y que calienta mi corazón y mi mente. Mi viaje aún no ha terminado. Todo lo que me ha ocurrido quedará claro en el próximo episodio, que no tengo intención de evitar”.
Como pueden imaginar, facilitar la experiencia  de Yódi ha sido un placer y un privilegio.