lunes, 29 de agosto de 2011

CAPÍTULO 24. Un sanador espiritual emergente.




Cuando Margarita visitó por primera vez a su terapeuta de regresión espiritual, tenía cincuenta y cuatro años. Era mujer alta, con sonrisa alegre, que entendía muy bien lo que le hacia vibrar. Pero, como ella misma dijo, "aún se sentía atascada". En su juventud, había pasado diez años en una orden religiosa católica, pero la abandonó cuando se dio cuenta de que ya no creía en la sabiduría de la iglesia. Había sido enviada como misionera, a un país en desarrollo y, estando allí, la gente a la que enseñaba le había planteado preguntas sabias y profundas. Estas preguntas, mostraron a Margarita que había otra manera de mirar las cosas, y ella empezó a buscar.
Volvió a casa, y se dedicó a estudiar teología y psicoterapia. Retuvo un gran interés por la espiritualidad, en general, y consideró la posibilidad de plasmar sus ideas en un libro, pero le costaba ponerse en marcha. Algo le bloqueaba. El relato siguiente, muestra con claridad, cómo las sesiones de regresión a vidas pasadas le permitieron superar los bloqueos, conseguir claridad, y sentirse libre.

ANTES DE HACER LA SESIÓN de vida entre vidas, empezamos con una regresión a vidas pasadas para acostumbrar a Margarita al estado hipnótico, y permitir que salieran a la superficie los problemas del pasado. Ella repasó dos vidas. Una, en tiempos prehistóricos, que le mostró la que, tal vez, fue su primera experiencia de vida en comunidad, en esta ocasión, en un pueblo. Y la otra, le mostró, en algún momento situado temporalmente entre el año 500 y el uno, antes de Cristo, la vida en otra comunidad en la que se realizaban prácticas chamánicas, participando en trabajo energético y curativo. Estas dos vidas, resonaron con el propósito curativo de Margarita. Aún recordaba con placer, haber vivido en la comunidad religiosa. Pero ninguna de estas vidas pasadas, le ayudó a entender por qué se sentía atascada.

Comenzamos el viaje a su estado de vida entre vidas con otra visita a una vida anterior, en esta ocasión, una en la que fue de las primeras mujeres en colonizar Australia. En ese momento, embarazada de su sexto hijo.
Estaba casada con un marido abusador, Píter, y en esa vida, murió pronto. Se elevó inmediatamente sobre su cuerpo, y la parte del alma de su marido que no había encarnado, salió a su encuentro. Él la abrazó con una energía agradable, y le animó a seguir adelante. En el mundo espiritual, Margarita conocía a Píter como, Adabba, y allí, él posee una energía diferente de la que desplegó en su vida australiana, aunque aún sigue resolviendo algunos asuntos relacionados con la ira. Habían elegido vivir juntos, para darse apoyo mutuo y realizar un aprendizaje.
Adabba, llevó a Margarita a conocer a su grupo de almas, y ella reconoció a unas siete personas, aunque ninguna de ellas tenía participación significativa en su vida actual. Durante la visita a este grupo, tomó conciencia de un alma mayor, de color azul oscuro púrpura, que sintió que le ayudaba a profundizar en la experiencia. Este espíritu era totalmente fiable, y como era tan grande, parecía que su naturaleza era más masculina que femenina.
Estuvieron juntos en silencio, durante un tiempo, hasta que él extendió una mano, que Margarita tomó. Le costó algún tiempo reconocerle como su guía, Banonda, incluso desp,ués de que él se, «pusiera», un rostro para ayudar al reconocimiento. Al fin, mi cliente acabó recordándo y se dio cuenta de que él ya no viene a la Tierra. Sólo han estado estrechamente relacionados a lo largo de las últimas cinco o seis vidas, puesto que ella está entrando en un grupo más avanzado del que él es el guía principal.

El principal cometido de Banonda con Margarita, es ayudarle a dejar atrás algunas relaciones. Le dijo que ya era hora de que soltara a su grupo de almas, con el que trabajó entre cuarenta, y cincuenta vidas. Margarita ha progresado un poco más rápido que los demás de su grupo, y ahora necesita el estímulo de otro que esté más a su altura evolutiva. En otras palabras, tiene que ascender de nivel.
Banonda llevó a Margarita a este otro grupo. Cuando llegó, ella recordó que ya les conocía, y que había trabajado con ellos. El grupo tiene unos seis miembros, y es un grupo de estudio avanzado y especializado, más que un agrupamiento primario de almas. Reconoció a varios componentes como personas que conoce en su vida actual, en Irlanda, con las que comparte aspectos de su trabajo. Los estudios de este grupo guardan relación con, «la articulación de lo divino». Margarita, dijo que su grupo está, particularmente, dedicado a diseminar imágenes de lo divino, y a trabajar con otros grupos que, «dan nacimiento», a dichas imágenes e ideas. Su grupo ayuda a la gente a sentir lo divino en su interior, y a abandonar las viejas ideas que ya no son útiles. Margarita apuntó la diferencia entre su trabajo en la Tierra, relacionado con la curación, y su trabajo en el mundo del espíritu, que consiste, simplemente, en percibir lo divino y borrar viejos miedos que impiden esta conciencia.

Margarita descubrió, que la causa principal de su estancia en la Tierra es ayudar a la gente de esta manera, y esto le animó a hacer otro intento de escribir su libro. También expuso su intención de contactar con personas de mentalidad parecida, pero se entristeció al darse cuenta de que, en su vida actual, tener una relación personal es de una importancia secundaria.

La relación entre las almas del grupo de estudio era muy íntima; a veces, era casi como si las mentes se fundiesen, y todos tenían una sensación muy profunda de lo divino. También les gustaba jugar con luz, lanzar rayos alrededor de sí mismos, y crear espectáculos de luz parecidos a las auroras boreales.

Seguidamente, Banonda, animó a Margarita a visitar el Consejo de Ancianos. Ella sintió que su conciencia se expandía enormemente al encontrarse con seis seres andróginos, sentados en un semicírculo de amplias sillas. Se quedó a poca distancia de ellos, y Banonda se situó a un lado. A medida que discurría la visita, Margarita se sentía, cada vez más, como uno de ellos. Ellos le prestaron mucho apoyo, le dijeron que había realizado buenas elecciones y que, en esta vida, estaba en la buena dirección. Hablaron de su tristeza, por tener que cortar con su anterior grupo de almas, y sobre lo dura que era su vida, pues la ausencia de una pareja le producía una sensación de soledad. Los miembros del consejo afirmaron con la cabeza; esta vida no tenía que ver con eso.
Margarita se sintió un poco abrumada al darse cuenta de su propósito principal pero, también, sintió alegría por la intensa sinergia que disfrutaba con el consejo.
Con la ayuda de su guía, Margarita fue capaz de revisar todas sus vidas pasadas.
Su primeras encarnaciones ocurrieron hace 100.000 años, a veces en lugares distintos al planeta Tierra, sitios en los que la materia es menos densa. Añadió, que le gustaban los colores de la Tierra. La energía de su alma ha ido aumentando a lo largo de sus encarnaciones, y ha sido portadora de una, «sensación de presencia», de vida en vida. En muchas de sus encarnaciones, aunque no en todas, ha estado en «busca de lo divino», aunque también ha tenido que desarrollar otras habilidades. Ha pasado, aproximadamente, el 20 por 100 de sus vidas en Europa, y el resto, dividido entre África y Asia, y ha tomado, principalmente, cuerpos masculinos para equilibrar la energía de su alma, que es muy femenina. Después de examinar sus vidas pasadas, volvió rápidamente al consejo, para expresar su agradecimiento; se había dado cuenta de que le gusta esta vida, y de que está a punto de entrar en algo nuevo.
Para tomarse un descanso del trabajo con lo divino, ella y su grupo dedicaron algún tiempo a realizar actividades acuáticas, cómo nadar e ir en canoa. El agua es muy refrescante, y trabajar constantemente con la energía divina es muy exigente, puesto que no es fácil de contener.
Cuando examinó por qué había elegido esta vida, Margarita se dio cuenta de que, originalmente, tenía muchas ganas de encarnar, aunque sabía que sus primeros años serían difíciles, y no quería, «volver a tener una energía de víctima». Su sensación de aislamiento, por trabajar sola, le servía para equilibrar la necesidad de ser víctima o agresora.
Cuando Margarita acabó su sesión, se sintió complacida por confirmar que la intuición que le había llevado a divulgar información sobre lo divino, era correcta; no obstante, hubiera preferido descubrir que iba a encontrar a un compañero al día siguiente. Me dijo, que ahora sería capaz de empezar a escribir su libro; se sentía muy contenta, incluso un poco emocionada.
Tres meses después, Margarita me telefoneó solicitando otra sesión de vidas pasadas. Cuando llegó, explicó que había sido incapaz de empezar a escribir, y que cada vez que lo intentaba, sentía ansiedad. Había estado comentando cosas con su psicoterapeuta, y quería indagar en los temas relacionados con el poder personal. Nos pusimos a ello.

Se encontró rápidamente en tiempos de los romanos, tal vez en la propia ciudad de Roma, como senador llamado, Estentóreo. Se dirigía, junto con otro hombre, a un encuentro para hablar del, «enfrentamiento entre los dioses». La gente estaba muy dividida; había muchas facciones. Como dijo Margarita, Estentóreo estaba a favor de una aproximación racional, «a todo el tema de dios». Sentía, que los antiguos dioses eran demasiado caprichosos, cambiantes e imprevisibles. Él senador pensaba, que debía haber alguna manera de contemplar a los dioses de un modo que produjera menos miedo en la gente, y que debía existir alguna manera de impedir la manipulación que llevaban a cabo algunos sacerdotes sin escrúpulos. Hizo un discurso abogando por una mayor claridad, y que no se debería dar tanta importancia a los dictámenes de los augures. Los sacerdotes estaban molestos, pero otros líderes se mostraron de acuerdo en que la república no debería estar a merced de unos dioses irracionales.
Entonces, habló un sacerdote demagogo, y culpó a los del bando del senador, de haber causado un reciente terremoto, por no comunicar, adecuadamente, con los dioses. Ante esta afirmación, la multitud se rebeló, y algunos de los líderes, incluyendo a Estentóreo, fueron perseguidos por la ciudad antes de que los soldados restauraran el orden.
Estentóreo empezó a vivir una existencia precaria, en la que tenía que acompañarle un guardaespaldas, pero los sacerdotes sobornaron a uno de sus sirvientes para que envenenara su comida, y sufrió una muerte dolorosa.
Repasando esta vida desde, justo, después de su final, Margarita expresó su frustración por haberse sentido intimidada por los religiosos. No conseguía ver qué podría haber hecho de otra manera; la única alternativa era no expresarse en absoluto, o haber hablado de una manera que no supusiera un desafío público para los sacerdotes, aunque ellos dificultaban el funcionamiento de la república.
Se sentía molesta por haber tenido el valor de decir lo que pensaba, y haber muerto como consecuencia de ello, aunque había adquirido una nueva sensación de lo divino. Sentía que, en su vida actual, algunas personas seguían comportándose como los antiguos sacerdotes, y en esos casos, ella seguía sintiéndose como una víctima. Le sugerí que echáramos una mirada a otra vida anterior, para ver si podíamos ver las cosas desde otro ángulo.

Inicialmente, cuando Margarita se vio a sí misma siendo una curandera de África occidental, se sintió encantada. «Por fin», pensó, «estoy trabajando con lo divino y siendo reconocida por ello». Era mujer, llevaba puestas unas plumas, una falda de rafia, y agitaba un matamoscas. Estaba tratando a su hermana, que acababa de tener un parto difícil, pero su tratamiento resultó ineficaz, y la hermana murió. Esto tuvo en ella un efecto devastador, porque no era habitual que sus pacientes murieran, y empezó a cuestionarse la eficacia de sus métodos. Margarita, (nunca descubrimos su nombre africano), había aprendido sus técnicas de un curandero que vivía a pocos pueblos de distancia, y éste le había dicho, que los humanos no controlamos a los espíritus.
Margarita sentía profunda hipocresía y cinismo ante los caprichos de los espíritus, y ante el hecho de que no fueran dóciles, y quería encontrar el modo de controlar las situaciones, y de hacer que ocurrieran las cosas.
Empezó a participar en otras prácticas más oscuras.
Un niño pequeño, de otro pueblo, fue secuestrado y sacrificado. Margarita no admitió, inmediatamente, que ella hubiera realizado el sacrificio. Después de ver varias vidas, en las que había sido la víctima, fue un gran impacto darse cuenta de que, esta vez, no tenía nada de lo que sentirse orgullosa, porque había sido su encarnación africana, la que realizó el sacrificio infantil.
Ella creía que, de esta manera, incorporaría en su persona la fuerza de la vida del niño, y tendría más poder ante los ojos de los aldeanos, particularmente, en su capacidad de combatir las enfermedades. Se hizo más eficaz, y empezaron a tenerle mucho más respeto.
La vida le fue muy bien durante algún tiempo como curandera poderosa y enérgica pero, finalmente, empezó a sentir miedo, presumiblemente, por haber transgredido los límites y, finalmente, se cortó la garganta con un cuchillo.
Después de morir y retornar al mundo del espíritu, Margarita repasó su vida, y se dio cuenta de que, su deseo de ser eficaz, se le había ido de las manos; no había sido capaz de aceptar, que la vida de su hermana se estaba desarrollando como debía. Se dio cuenta de que tenía temas pendientes con el poder personal y con la necesidad de ser eficaz; «Es difícil observar el sufrimiento de la gente, pero tengo que tener paciencia con el proceso de curación.»
Entonces, Margarita volvió a hablar con su guía, Banonda. Él le dijo que, en esta sesión, había resuelto muchos desequilibrios. Ahora, era el momento de manifestar un poder personal no manipulador y sin violencia, de experimentar con ser eficaz y ser oída.
Banonda, le animaba, y ella disfrutaba de la conversación. Dijo a Margarita, que superara su miedo, puesto que esta vez la gente tenía que escucharla, y añadió que, «ahora, es inapropiado». Le dijo, que dejara que las cosas se manifestaran a su propio ritmo; «Todo tiene que ver con el momento oportuno.» Y añadió, que si la situación se descontrolaba, él le haría una señal para que pudiera ralentizar el paso. Cuando ella estuviera bien encaminada, obtendría una respuesta positiva. Banonda, también le dijo, que esta vez no tenía que librar una batalla con la oposición, puesto que eso lo haría otra gente.
Margarita se fue de la sesión sintiéndose mucho más entonada, mucho más calmada y menos preocupada por los resultados.
Mientras escribo este resumen, ella casi ha acabado su libro sobre espiritualidad, y da clases a mucha gente interesada.
Siento, que ella necesitaba verse a sí misma como «mala», como la perpetradora de un crimen, -además de experimentarse como víctima-, para acabar con su miedo interno de afrontar una energía opuesta. Cuando nos damos cuenta de que podemos elegir entre actuar bien o mal, eso reduce el poder de cualquier oposición. Nos damos cuenta de que las personas del otro bando pueden mantener sus opiniones con tanta honradez como nosotros mantenemos las nuestras y que, en general, no son intrínsecamente malas.

Suele ser difícil permitirse vivir la experiencia de «ser el villano». Estamos acostumbrados a vernos como víctimas en muchos aspectos de nuestras vidas, asumiendo que todo el mundo, desde el guardia de tráfico, hasta el recaudador de impuestos, nos persigue. A Margarita le resultó más fácil verse a sí misma en el papel de «malvada», cuando visitó el mundo espiritual. Mundo, en el que todos nos vemos como iguales y entendemos, con más claridad, las idas y venidas del karma; que todo está planeado y ha sido elegido y que, generalmente, estamos en el buen camino.