jueves, 21 de julio de 2011

CAPÍTULO 8. Un corazón roto

Es interesante oir el capítulo si no eres sordo. Y leerlo, si no eres ciego.



CAPÍTULO 8. Un corazón roto.

La gente suele practicar la regresión a vidas pasadas para entender por qué le van mal sus relaciones. La regresión a la vida entre vidas, revela que las relaciones con miembros de nuestro propio grupo del alma, responden a un contrato acordado antes de la encarnación. En el nacimiento, nos olvidamos de ese acuerdo, para poder tener la experiencia sin influencia del recuerdo. No obstante, la regresión hipnótica puede retirar los bloqueos amnesicos.
Las preguntas habituales son. ¿Qué se supone que tengo que aprender de todo esto? ¿Cómo puedo identificar el contexto fundamental? Frecuentemente, la motivación del cliente para experimentar una sesión nace de la necesidad de entender, y a veces aliviar; un dolor emocional insoportable. A menudo, los descubrimientos subsiguientes son inesperados, y ofrecen alivio de maneras tan variadas, que pueden resultar sorprendentes. El relato siguiente es profundamente conmovedor, y demuestra que tal comprensión, cuando se combina con el poder del perdón, puede transformar una vida de sufrimiento en otra, de serenidad. Veamos el caso.

CUANDO SAMANTHA entró en mi consulta, le ví los hombros encorvados, de la que me esbozaba una sonrisa educada. Estaba claro que las razones por las que venía le estaban afectando profundamente. En cuanto se hundió en el diván, sus ojos se llenaron de lágrimas. «Eres mi última esperanza», susurró.
Estaba claro que era una mujer muy orgullosa, y parecía sentir que sus lágrimas eran una traición. Empezó su historia con una disculpa; "siento mostrarme tan emocional, pero mi vida está arruinada, y he tirado la toalla. Generalmente soy muy fuerte, pero mi vida está destrozada, y estoy aquí para averiguar qué demonios ha pasado.
Hace tres año, estaba feliz; vivía sola, en un hermoso apartamento. Trabajaba con las energías y mi consulta iba creciendo. Mis clientes me eran fieles, y me enviaban regularmente a otras personas. Mi relación con el Espíritu era íntima, dedicada y, sin duda, era la razón por la que mi trabajo de curación era tan eficaz. Después de un largo periodo sabático, decidí volver a tener citas con hombres. Una amiga me puso en contacto con uno que, según ella, podría interesarme. Me encontré con él en una cafetería. Al acercarme, oí que uno de mis espíritus guía me decía; «Tienes que estar con este hombre». Cuando se volvió para saludarme, dije a mi guía; «¡Me tómas el pelo! Ni siquiera se acerca al tipo de hombre que me gusta; no es alto, de piel oscura y dominante; es bajo, de piel pálida y reservado».
"Estate con él", fue el mensaje que resonó en mi cabeza.
Tomamos café y compartimos un trozo de tarta. Era muy educado e ingenioso, pero no tenía ni idea del tipo de camino espiritual que yo estaba siguiendo. "De ninguna manera", pensé para mí misma, "¡no puedo salir con un novato espiritual!". De modo que le escuché, con cierta atención, mientras formulaba mentalmente un; "No gracias; no tenemos suficiente en común". El tipo dijo algunas palabras de sabiduría, que me hicieron pensar que era un alma más vieja de lo que él mismo pensaba. Sentí curiosidad, pero no me veía saliendo con él. Cuando me puse de pie para irme, con mi discurso preparado de, «no gracias», el Espíritu volvió a susurrarme; «Tienes que estar con este hombre». Siempre había confiado, cuando mi guía se manifestaba con tanta fuerza, de modo que le di al hombre mi número de teléfono, y accedí a salir a cenar con él.
De camino a casa, discutí en voz alta con el Espíritu, gritando que aquello no era divertido, que no era parte de mi plan, y que por qué tenía que estar con un hombre más inexperto que yo en el camino espiritual. No había atracción, ni punto de encuentro espiritual; ¿cómo demonios iba a funcionar aquello? Pero, por más que yo argumentara, se me aseguraba, con serenidad, que debía estar con él. De modo que me rendí, y quedé con él. En el plazo de un mes estábamos profundamente enamorados, y en el plazo de seis, empezamos a hablar de matrimonio. Él se sentía fascinado por mi naturaleza espiritual, y absorbía mis enseñanzas como una esponja. Empezó a hablar con los cristales, aunque se reía y dudaba, encogiéndose de hombros. Después de nueve meses de relación, estábamos buscando casa y haciendo planes de futuro. Y, entonces, un precioso día de otoño, anunció que ya no me quería, y que no deseaba volver a verme más.
No podía creérmelo, y cuando le pregunté por qué, me dijo que no podía decirlo específicamente; sólo sabía que no podía continuar, y no quería inducirme a creer otra cosa.

Cayeron lágrimas sobre la blusa de seda de Samantha al relatar esto, pero se negó a coger el pañuelo de papel que le ofrecí en la consulta. Quería seguir adelante, y contar su historia con la esperanza de liberarse de aquella carga.
Y siguió con el relato.

Pasé meses rezando, intentando entender. Pero no había nada que entender. Tenía el corazón roto, mis sueños destruidos; todo mi mundo se había venido abajo, y mi integridad estaba muy amenazada. Estaba segura de que el Espíritu quería que estuviéramos juntos; entonces, ¿cómo podía ocurrir aquello? Yo había escuchado cuando me habían dicho que permaneciera con él. Le había ayudado a desarrollar su comprensión del mundo espiritual; incluso había comprometido mis necesidades espirituales en nombre de la relación. Y, sin embargo, él, simplemente, se fue.
Poco a poco me fui hundiendo en una profunda depresión. Perdí mis clientes, y mi capacidad de intuir sus necesidades. Si me había equivocado tanto interpretando lo que el Espíritu me decía, ¿cómo se podía confiar en que vería lo que mis clientes necesitaban?

Mi enfado hacia el Espíritu se convirtió en apatía, y todo dejó de importarme. Cerré la consulta, me trasladé a otra ciudad, y traté de empezar de nuevo. Pero, honradamente, ahora han pasado dos años, y sigo llorando cada noche. No tengo alegría, ni interés por nada. No puedo rezar. Me siento completamente traicionada por mis guías. Si ellos lo saben todo, ¿cómo han podido meterme en ésta encerrona?
De modo que necesito usar esta sesión para averiguar qué ocurrió. Si él es mi pareja del alma, como pensé que habían dicho los guías, ¿qué fue mal? Principalmente, necesito saber por qué mis guías permitieron esto, y qué se supone que debo aprender. He perdido la fe; esto no ha hecho sino destrozar cada hueso espiritual de mi cuerpo.

Tras contar esto, nos pusimos a la sesión de hipnoterapia. Samantha entró rápidamente en un trance profundo, y accedió fácilmente a las memorias anteriores a su nacimiento. En el útero obtuvo información importante sobre su relación con su madre. Y continuó su regresión hasta su vida anterior más reciente. Se vio a sí misma como explorador indio, al que los soldados habían tendido una emboscada, y dijo que aquello le resultaba extrañamente familiar. Pasamos a la experiencia de su muerte. Descubrió que su espíritu había abandonado su cuerpo momentos antes de morir y, por tanto, no experimentó dolor alguno. Al entrar al mundo del espíritu, sintió un momento de gracia, un momento de libertad que fue evidente al relajarse más. Ella sabía adónde iba, y no necesitaba que un guía la escoltara. Recordaba sus planes, y fue directamente a su grupo de almas.
En su grupo había doce almas, y todas tenían auras azules. No le sorprendió que fuera un grupo de almas avanzadas. En primer lugar, se encontró con su ex marido, y lloró al recordar sus acuerdos, y por qué su relación había tenido que acabar. Se habían unido, principalmente, para llevar hijos al mundo; no había un acuerdo de amarse. Ella le perdonó, y se perdonó, por todos los años que pasó intentando hacer que el matrimonio funcionara. Y exclamó; «¡No es de extrañar que tuviéramos una relación de amor odio!», al darse cuenta de que él era el soldado que la había matado en su vida anterior.
Samantha se encontró con otro antiguo amante, y entendió que el contrato entre ellos era elevar, mutuamente, sus niveles de conciencia. También se encontró con una amiga muy querida, y con varias personas que habían sido significativas en su vida, y recordó los acuerdos que había establecido con todas ellas. Vio a dos personas en su grupo, que no tenían rostro; ante esto, su mejor amiga se rió y dijo, «Oh, aún no les conocemos; ¡es una sorpresa por descubrir!».
Miró en su grupo, pero no pudo encontrar al hombre que le había roto el corazón. Entonces, miró en los próximos al suyo, y tampoco estaba en ellos. A continuación, decidió salir de su grupo y mirar por los alrededores. Y, a lo lejos, al fin le vio. Él movía los brazos sobre su cabeza, como si hiciera señales a un avión de rescate. Caminó hasta él y se encontraron en un espacio indefinido, algo como una nube.
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó ella con voz desesperada.
-¿No te acuerdas? -él le tomó de la mano, hablándole amorosamente-; yo estoy en un grupo de almas muy jóvenes. Nadie de mi grupo está preparado para despertar. Estaba buscando a alguien que me ayudara, porque pensaba que estaba listo para andar el camino de la conciencia. Cuando te hice señales y te llamé, me oíste, y saliste de tu grupo para encontrarte conmigo.
-Oh, es cierto; ahora lo recuerdo, -dijo ella. Y él continuó-; Tú dijiste que esta vez ibas a ser una trabajadora de la luz y que, ayudarme, estaba de acuerdo con tu propósito. Yo te dije que necesitaba ayuda, de modo que mi situación encajaba, perfectamente, con la tuya.
-¿Pero qué ocurrió?, -dijo ella-. Pensaba que estábamos enamorados, que envejeceríamos juntos.
-Querida, -dijo él, mientras apretaba su mano-, eso no formaba parte de nuestro acuerdo. Yo te dije que estaba preparado para intentar despertar. Nunca dije que, realmente, lo haría; sólo que lo intentaría. Tú sabías que cabía la posibilidad de que yo no continuara. Y dijiste que eso te parecía bien.
-Oh, vaya, -dijo ella sutilmente-; ahora lo recuerdo. Accedí a ayudarte; y éste era tu primer intento de despertar, de modo que necesitabas que alguien te guiara. Mi propósito es ayudar a la gente a entender su yo divino; así que parecía que ayudarte estaba en línea con el propósito de mi alma; una combinación perfecta, como has dicho.
Ella frunció el ceño antes de continuar;
-Tengo que decirte que mi vida es un caos. Ya no confío en mis guías, ni en mí misma. Ellos me dijeron que estuviera contigo, y yo les hice caso. Estaba tan segura de que teníamos que estar juntos, que me permití enamorarme de ti, pensando que había un plan mayor que yo no veía. Quedé absolutamente destrozada cuando te fuiste. Tuve que cambiar toda mi vida para estar contigo. ¿Cómo pudiste desconectar tus emociones sin más? Estábamos hablando de matrimonio, ¡por Dios!, ¿qué ocurrió?
-Recuerda, -dijo él-; ¿qué te dijeron, exactamente, los guías cuando me conociste?
-Estate con él, -dijeron-, «estate con él».
El rostro de Samantha se suavizó mientras intentaba recordar y, finalmente, dijo;
-No dijeron por cuánto tiempo. Y ahora que pienso en ello, ni siquiera definieron lo que eso significaba. Mi corazón estaba solo cuando te conocí, de modo que asumí que eso significaba una relación amorosa. Pero nunca hubo un acuerdo de enamorarnos. Ahora veo que eso es producto de mi yo humano, que quiere amor y seguridad.
-Sí, -dijo él-. Yo te amé, pero fue una cosa del momento. Los dos lo teníamos claro. Supusimos que teníamos que casarnos por lo que ambos sentíamos. Pero ésa no era la razón por la que estábamos juntos. Me estabas enseñando a despertar, pero yo no estaba preparado. Y, francamente, aunque hubiera conseguido despertar, creo que habría pasado a otra cosa. Tú eras mi profesora, mi ayudante, no mi pareja del alma. Por favor, has de saber que nunca quise hacerte daño. Pensé que estaba preparado para despertar, pero tuve miedo. La iluminación espiritual me hubiera exigido cambiar, drásticamente, toda mi vida, y mi alma no está tan evolucionada. Creo que tendré que esperar hasta la próxima vida, para volver a intentarlo. Por favor, perdóname por el dolor que mi elección te causó.

Se abrazaron como lo hacen los seres de luz, y en ese abrazo, Samantha permitió que su dolor se disolviera, y que la herida fuera sustituida por la comprensión de su contrato. Le caían lágrimas por el rostro cuando le dijo; «Te perdono, y te deseo que seas feliz».

Seguidamente, Samantha visitó el Consejo de Ancianos. Entró en una sala de luz. Las paredes eran transparentes, y se extendían hacia el infinito; el suelo era un camino de luz. Unos pilares marcaban la entrada a una cámara interna.

Sus guías llevaban túnicas blancas, y colores blancos y azules surgían de dentro de sus ropas, iluminando sus cabezas. Había tres ancianos, y ella supo que los tres pensaban como uno. El del centro empezó a hablarle telepáticamente de este modo;
-Has hecho bien en perdonar. Ésta es una de las claves de la evolución de tu alma.
Ella sintió que su corazón estaba más abierto que nunca. La energía del perdón giraba en su mente, y se dio cuenta de que era parte importante del propósito de su alma. Recordó las ocasiones en las que había tenido éxito y había fracasado en el intento de perdonar. Vio que esta última experiencia, tal vez, era la más dura.
El anciano habló;
-Tu acuerdo declara que has elegido servir. El perdón es un requisito, y es un paso necesario en la evolución de tu conciencia. Sientes como si te hubiéramos llevado por un camino que te hacía daño pero, ¿ves ahora por qué fue necesario dejarte ir allí? Podías elegir cómo recorrer ese camino. Podrías haber seguido siendo la profesora, y haberte limitado a servir. En cambio, elegiste escuchar a tu corazón, que estaba solitario. En tu soledad, fabricaste un futuro con esa alma a la que estabas sirviendo, un futuro que no formaba parte del acuerdo. Sabíamos que podrías hacer esa elección; sabíamos que podrías enfadarte con nosotros. Pero también sabíamos que tenías que ser libre de hacer esa elección. Sabíamos que no descansarías hasta que comprendieras el significado más profundo de esa elección.
Eres muy determinada. Ésa es la naturaleza de tu alma durante todo el tiempo que hemos trabajado contigo. Se te ha permitido recorrer ese camino para evaluar la evolución de tu conciencia. ¿Piensas que has fracasado? No lo has hecho. Al permitir que tu corazón se rompiera, aprendiste más de lo que podrías haber aprendido de cualquier otra manera. Y eso sirvió a tu propósito; crecer y capacitarte para servir. En este intercambio, te serviste a ti misma y le serviste a él. Aprendiste mucho. Estuviste dispuesta a asumir la culpa durante algún tiempo, porque incluso eso era necesario para tu crecimiento. Para perdonar, primero tienes que culpar, acusar y sentirte ofendida. En esta experiencia, has manifestado todos estos estados. Te dimos algo contra lo que porfiar, para que afrontaras la elección de juzgar o perdonar.
Y ahora tienes otra elección; juzgar y apegarte a la densidad de esa vibración inferior, o perdonarle por dejarte plantada; perdonarnos, por lo que creías que era guiarte erróneamente, y perdonarte a ti misma, por no ver el camino superior desde el principio.
Has dicho que estás dispuesta a sentir cualquier cosa que sea necesaria para tu crecimiento. Nosotros te permitimos crear eso de maneras muy intensas. Tu corazón parece necesitar un camino de lecciones intensas, y nosotros apoyamos tu aprendizaje. No hay elección correcta o equivocada. Cada una de las elecciones que has hecho te ha conducido al mismo cruce de caminos; esto es, la oportunidad de perdonar. De modo que, dinos; ¿Cómo crees que lo has hecho al elegir el perdón? ¿Necesitas entender más?
Tras estas palabras del anciano, Samantha sonrió, y les dijo que lo entendía todo. Ellos se inclinaron ante ella, y le animaron a recordar su fuerza. Ella les agradeció su gracia, dándose cuenta de que su trabajo del alma le exigía usar todos los recursos disponibles. ¿Qué mejor manera de aprender a perdonar que exponer el corazón para que te lo rompan? Cuando miró esta lección con la comprensión de su alma inmortal, se dio cuenta de lo brillante que era el plan, y nuevas capas de dolor se fundieron en ella. Su sesión se había completado; había recibido las respuestas que buscaba.

El perdón logrado durante esta sesión fue notable. Un año después, Samantha me informa de que su consulta está volviendo a crecer, y que su trabajo es mejor que nunca. Su sensación de juicio y de culpa ha cambiado drásticamente. Ya no reacciona a las emociones del momento de la misma manera; ahora busca el oro que no está a la vista. Es capaz de enseñar a los demás que la culpa les impide ver sus lecciones, y que sus corazones están tratando de dejar atrás el juicio.

Al retirar el juicio de su mente, Samantha es, ahora, capaz de ver con claridad que, cada persona, sigue un plan divino, y ella ayuda a otros a abrirse, para que puedan ver el plan por sí mismos. Su corazón permanece abierto, y da la bienvenida a las oportunidades de entender que el perdón es un maestro amoroso. Ha vuelto a salir con hombres, pero ya no está apegada al cuento de hadas del, «fueron felices para siempre», que siempre se cruzaba en su camino. Ahora, Samantha vive el momento. La felicidad es una elección, y el perdón es el carro en el que viaja.