viernes, 29 de julio de 2011

CAPÍTULO 3. Cuando los niños enseñan desde la tumba.

Es interesante oir el capítulo si no eres sordo. Y leerlo, si no eres ciego.




CUANDO SALUDÉ A CANDACE, en el recibidor del edificio donde tengo mi consulta, sonrió y me dio la mano. Me llegó de ella una sensación de fuerza serena y determinación que, inmediatamente, captó mi atención. Sus hermosos ojos color avellana me miraron a través de un velo de tristeza que su sonrisa no podía ocultar del todo.
Al caminar hacia mi despacho, Candace no perdió tiempo con comentarios banales. Había venido porque quería comprensión y alivio tras la muerte de sus dos nietos en un accidente de tráfico ocurrido cuatro meses antes. Un tercer nieto
había sobrevivido. Cuando fallecieron, Daniel tenía diez años y Emma siete. Candace era una abuela abnegada que se sintió perdida cuando se fueron sus nietos. Echaba de menos abrazarlos, jugar con ellos y tocarlos.
Daniel tenía el pelo corto y rubio, sonrisa cálida, y ojos afectuosos. Como la mayoría de los muchachos de su edad, practicaba deporte, y su fuerte complexión atlética le permitía destacar entre ellos. Candace Daniel, habían tenido una relación particularmente cercana. Ella le describía como el tipo de niño que podía sentir si estabas triste, y buscaba formas de hacerte sonreír. Con un alma amorosa y sensible, Daniel era mucho más sabio de lo que se podría esperar de sus diez años en este planeta.
Emma era lo contrario de Daniel, en muchos sentidos. Su largo pelo negro delineaba los pálidos y breves rasgos de su rostro, y su cuerpo era fino y menudo en comparación con el de Daniel. Tenía un brillo travieso en los ojos y, a veces, parecía un duendecillo. Cuando le pillaban pegando a su hermano mayor, se reía, y decía que había sido un accidente. Se reía mucho, pero en ella había algo inconsolablemente triste, que pareció empeorar a medida que se acercaba la hora de su muerte. La expresión de Candace no podía ocultar el dolor que sentía, al compartir conmigo, cuánto disfrutaba pasando tiempo con ellos; andando en bicicleta, nadando, visitando el zoo o viendo películas. En realidad, no importaba lo que hicieran, siempre que lo hicieran juntos. A medida que Candace hablaba, sus ojos me fueron absorbiendo. Eran los ojos de un alma vieja que posee profundidad y sabiduría. Lidiaba con su pena, mostrando una pesadez evidente, que su espíritu guerrero llevaba con gracia. Quería entender y aprender de ello, no dejarse consumir por la profunda tristeza que le llevaba a tomarse un vaso de vino con más frecuencia de la aconsejable. Ella sabía que esa no era la respuesta. Lo más duro venía por la noche; al llegar la oscuridad, el dolor empeoraba.
Empezamos la regresión a una vida anterior como preparación para la sesión que haríamos dentro de unos pocos días. Candace regresó fácilmente a su vida anterior en la que había sido un cazador indio con un hermoso pelo negro; sólo vestía pieles de cuero, y una cinta, donde llevaba sus flechas. En esa vida, Candace había sido un hombre llamado, Sequana, que significa, "bendito".
Sequana, pasaba los días y las noches en el bosque en una época "anterior a las máquinas, los barcos y la gente blanca". Tenía el don de acercarse mucho a los animales sin ser visto. Y comentó; "No como animales, más bien camino con ellos, y me acerco a la cierva para ver su belleza. Conseguir comida es fácil, la hay por todas partes; hojas, bayas, agua, frutos en los árboles, peces...; los osos nos indican dónde hay miel".
Prefería recluirse en su cueva, y su medicina era vivir lejos de la tribu, entre los animales del bosque.
"Mis profesores son los espíritus", explicó. "Yo camino. Siento los árboles, las plantas; hablamos. Siento a los animales, hablamos. Transformo mi ser para convertirme en ellos y, así, aprender sus secretos, para aprender su medicina".
El viaje nos llevó, rápidamente, a una época anterior en la vida de Sequana. "Ahora soy mayor, pero no muy viejo; mi pelo ya no es tan negro, mi cuerpo ya no es tan fuerte. Tengo la magia y la medicina. Me encanta el calor del fuego, sentarme junto a él, y oler el humo. Las mujeres han venido a mí, por mi fuerza, para que les dé hijos, pero no para quedarse; mis hijos son preciosos, deseados, pero yo me quedo solo".
Al reflexionar, Sequana admitió que su gran error fue quedarse solo, porque su aprendizaje no tenía continuidad en el tiempo, no tenía a quién transmitírselo. Las mujeres de la tribu venían a Seduana cuando le necesitaban para curarse o preñarse, pero no había otra relación entre ellos.
Muchos individuos, a los que Sequana reconocía, también habían tenido papeles significativos en la vida actual de Candace. Su padre, Jenaqua, que tenía una energía enorme, había sido el líder de la tribu. Jenaqua enseñó a Sequana, y a su hermano gemelo, a trabajar con la energía, y ser portadores de ella para la
tribu. Ahora está encarnado, y es el padre de Candace. Su espíritu viene a ella para darle la mano y reconfortarla.
El hermano gemelo de Sequana, sólo unos minutos mayor que él, le ayuda a vincularse con la gente, y comparte sus poderes. De niños, jugaron juntos con los espíritus de la naturaleza, el sol, la luna y las nubes. A él le gusta estar con gente, mientras que Sequana prefiere la soledad.
Este hermano gemelo también cumple un papel en la vida actual de Candace, pues le ofrece amor, fuerza y apoyo. Él le ayuda a contener la energía familiar durante esta época trágica y difícil. Descubrimos que, "contener la energía", es una habilidad que posee Candace, y ahora es importante que recurra a ella.
Sequana es muy mayor, y su vida está llegando a su fin.
"Necesito descansar; me resulta más difícil respirar. Todos se han ido. Ahora es mi turno". Sequana muere, y descubre su a espíritu de pie, al lado de su cuerpo. "Simplemente, sacudo mi cuerpo físico. Vuelvo a sentir mi fuerza. Sé adónde voy".
Al pasar al mundo de los espíritus, Sequana, -que es Candace en su vida pasada más inmediata-, es acogido por sus seres queridos, tanto (humanos como animales). Está envuelto en una luz azul, "que irradia desde el corazón de la oscuridad central; esta luz es profunda, de un color intenso, como una gema que se vuelve más y más brillante; se mueve y tiene sonido, textura y peso. Es como luz sólida". "El espíritu se quita de encima todas las partes pegajosas", rejuveneciendo de la pesadez del cuerpo físico.
Esa vida, en la que fue indio, dio a Sequana la oportunidad de recuperarse, por así decirlo, porque le permitió crecer espiritualmente, teniendo satisfechas sus necesidades de supervivencia básicas. En esa vida, sintió la tierra y conoció sus almas, sintió la alegría del calor del sol, y la frescura de la lluvia, el equilibrio. Pertenencia a la tierra le permitió conocer las plantas y las medicinas para más adelante, cuando fuera sanador.
"Tengo una lista de cosas que necesito ser; esto ha sido un aprendizaje para mis próximas vidas. He elegido estar solo en este ciclo, pero estoy aprendiendo que no todas las posibilidades son la elección correcta. La próxima vez lo haré de otra manera".
La vuelta a esa vida, dio a Candace acceso a un depósito de fuerza latente que le era muy necesario para seguir adelante en esta época crucial. Después de la muerte de sus nietos, era esencial que encontrara el equilibrio que tan
desesperadamente necesitaba. La claridad, y la unidad de propósito impedirían que sus energías se disipasen.
Antes de cerrar la sesión, sus guías dijeron a Candace que tenía demasiada energía en su cuerpo, y que tenía que utilizarla de mejor manera. Por eso, le costaba dormir. Se le dijo que usara el tiempo de sueño y que eliminara el
vino. Recurrir al vino le alejaba del propósito que tenía la experimentación de este suceso. Se le recordó la importancia de estar plenamente en su cuerpo, en el espíritu y en la energía de todo lo que está vivo; debía entrar, completamente, en ello y experimentarlo en su totalidad.
Ese día, Candace tenía mucho que digerir. Al salir de mi consulta, noté que su presencia era más ligera. Tenía una actitud introspectiva y relajada, después de aquella sesión tan intensa. Volvería a verla dentro de unos pocos días para la sesión de vida-entre-vidas.
Cuando Candace volvió para la sesión, no perdimos el tiempo. Regresó fácilmente a su niñez y al útero. Usando sus palabras, describió el útero como "una especie de sala de espera; siento partes de mí deslizándose hacia los bordes, estoy cabeza abajo, y puedo oír el latido del corazón de mi madre, que es como un pulso, y luego se extiende y fluye. "Me uní al feto a los siete meses, y estoy acostumbrándome a estar en un cuerpo. Me quedo dentro, pero algunas veces salgo, y miro alrededor. Mis emociones controlan este cerebro. Este cuerpo es femenino. Me gusta encarnarme como hombre, pero tengo que intentar ser más suave, y, sin embargo, fuerte. En mi vida actual, sabía que iba a ser otro tipo de mujer. Ésta es muy atrevida, necesito las emociones; los obstáculos hacen difícil seguir el curso, aquí no hay nada fácil".
Al pasar al mundo de los espíritus, después de su última vida, mi cliente informa que; "Hay enormes columnas de luz. Yo soy una de estas columnas que no parecen tener límites. Tengo una conciencia separada, pero no un ser separado. Ahora, que me fundo con esta luz y me uno con ella, soy esta luz".
Es saludada por sus espíritus guía, Grabriele y Miguel, quienes llaman a mi cliente, Íla. Éste es el nombre inmortal del alma de Candace. Gabriele es de color oro puro, rodeada de púrpuras vivos, que pulsan y fluyen con amor puro. Miguel, su guía más experimentado, es de un violeta profundo, mostrando un contraste entre la luz y la solidez. Íla, se describe como con un tono azulado, no tan intenso como el de Miguel.
Íla, va a un templo enorme, con el suelo de piedra; después, entra en una gran biblioteca que tiene muchos niveles. Me dice que tiene que registrar su presencia aquí, antes de empezar la revisión de las experiencias significativas de sus vidas pasadas. Cuando se detiene a hacer esto, explica;
"Lo que construimos en la tierra es una pálida imitación de lo que recordamos de aquí. Pongo todas las piezas en la gran carpeta".
Comienza la revisión. Sus guías resaltan el valor de pasar tiempo, no sólo en contacto con la tierra, sino interactuando con los demás. Parece que, Íla, ha experimentado otras vidas pasadas en las que también vivió el aislamiento y la tendencia a buscar la soledad. Íla, explica que, "aunque en esas vidas conocía las plantas, árboles, animales y pájaros, tenía que aprender sobre los individuos, sus nombres, y empezar a mantener relación con ellos".
Se le indica que, aunque le gustan las vidas que ha dedicado a la tierra, no va lo suficientemente lento como para tomar nota de las personas y los detalles. Los detalles, son necesarios para conectar con los demás y conocerlos. Los detalles nos permiten acceder a las personas. Cada cuerpo tiene su historia y su ego; "esto es algo que aún estoy aprendiendo", comenta Íla; "sólo estoy depositando la información que he aprendido (en la biblioteca, para un momento futuro). Cuando me lleno con los detalles de mis otras vidas, me recargo. En algunos cuerpos es más difícil mantener la identidad del alma, y otras vidas terrenales se me hacen más fáciles cuando consigo relajarme un poco". Íla, la explica que, en sus vidas anteriores, no había llevado mucha energía a sus cuerpos, pero en este caso llevó casi toda su energía, sabiendo lo que le esperaba.
Después de acabar la revisión en la biblioteca espiritual, Íla atraviesa el patio hasta un gran vórtice de energía, donde su grupo de almas está reunido. Y explica; "Todos están reunidos. Como yo soy la mayor de nuestra familia de almas, cuando vengo a casa todos nos expandimos". Al entrar en la energía, reconoce a varios miembros de su familia. "Hay líneas de conexión con el alma grupal que salen de cada uno de nosotros hacia los demás; a veces las líneas se iluminan, y otras, no".
Entonces, pido a Íla que encuentre la línea que le conduce a sus nietos, Daniel y Emma. Ella la encuentra, y ellos se presentan; primero lo hace Emma, seguido de Daniel.
Emma, no tiene mucho que decir. Se nos dice que Emma no forma parte del grupo principal de almas de Candace, y que no es un alma compañera, como Daniel, sino que viene de un grupo vecino. Ésta es la razón por la que la línea con ella no está tan iluminada como la de su hermano. Íla amaba a Emma, pero su conexión con Daniel era mucho más fuerte. Seguidamente, aparece Daniel. Su energía es grande y amorosa. Abraza a Íla con su presencia. Daniel informa a Candace de que no quería herirle con su partida, y que le gusta saber lo importante que es para ella. Ella se siente reconfortada sabiendo que él es feliz en su hogar eterno. Él también está aprendiendo, y se están haciendo planes para su próxima vida. Como almas, tanto Daniel como Emma se ofrecieron, voluntarios, antes de su última encarnación para enseñar una lección a todos los miembros de la familia, mediante su muerte a una edad temprana.
Estas dos almas, encarnaron en sus cuerpos humanos sabiendo que había muchas posibilidades de que tuvieran muertes violentas en su infancia. Candace, también se unió con esta misma familia humana para experimentar esa pena. Ahora,
está superando sus tendencias kármicas hacia la soledad y el aislamiento de sus vidas pasadas, (como en el caso de Sequana, del que se puede decir que devaluó la vida familiar en favor de la absorción de conocimientos). Candace, debe ser fuerte en esta vida, para ayudar a su familia a unirse, y a trabajar las emociones provocadas por la pérdida de los niños.
Después de haber vivido aislada una serie de vidas, (por elección, o por las circunstancias), la partida de los niños enseña a Candace a salir de su soledad y a poner en práctica las habilidades desarrolladas en vidas anteriores, que le ayudan a unificar su familia. Una tragedia puede unir, o puede dividir. Ella puede usar lo aprendido para ayudar a curar a su familia. Conservando la memoria de los niños, por medio de historias e imágenes, puede enseñar a sus familiares que está bien sentir la pérdida, pero sabiendo que, algún día, todos volverán a reunirse.
Los niños son nuestra esperanza de futuro. Cuando una vida se acaba tan repentinamente, las personas que aman al niño sufren un fuerte impacto. Los que quedan atrás, tienen la oportunidad de crecer espiritualmente. A pesar de sus
pequeños cuerpos, los niños son grandes sanadores. El cuerpo terrenal de Daniel era el de un niño, pero su cuerpo espiritual ya no está limitado por su cuerpo físico. Es un alma muy grande y poderosa. Candace, ya creía que somos eternos, pero perder a sus dos nietos ha puesto a prueba sus creencias. Ahora, al experimentar la gran energía de Daniel, sabe que su espíritu, (y el de Emma), siguen adelante. Daniel está enseñando a Candace a mantener su corazón abierto. La vida tiene que seguir, y ella debe ser fuerte para la nieta que le queda, la hermana que sobrevivió, que ahora es cuando más la necesita.
El efecto de este intercambio de energía curativa entre Candace y sus seres queridos, era visible en su rostro. Palpable y transformador, llenó la habitación. Sus propiedades curativas restauraron el corazón doliente de mi
paciente. Su rostro, se iluminó a medida que algunas lágrimas de alegría empezaban a rodar por sus mejillas.
Tocado por todo lo que había visto, mis ojos también se llenaron de lágrimas. La regresión espiritual nos ayuda mucho a comprender el karma de nuestras vidas.
Curiosamente, en esa sesión no dedicamos mucho tiempo a hablar con los dos nietos. El intenso intercambio continuó por un rato, y su vibración amorosa fue aliviando la pesadez de Candace. Esto resultó más beneficioso de lo que ninguna palabra pudiera serlo jamás. Sus guías le aconsejaron que se tomara tiempo para sentarse tranquilamente. y "seguir la respiración hasta ese espacio
tranquilo, visualizar las luces que vienen, borrando la oscuridad y aliviando el dolor".
Seguidamente, llegó el momento de que Íla se presentara ante el Consejo de Ancianos. Estos seres, enormes y luminosos, lo saben todo. "Ellos son los que me enviaron a la encarnación", me informa. "Son los "portadores de luz", y están aquí para traer iluminación". Son siete.
Tras escalar una montaña, fue llevada a un hermoso edificio de cristal, rodeado por un profundo estanque de agua verde esmeralda. Íla atravesó las puertas y llegó donde elconsejo esperaba su llegada. Se presentó ante ellos, que
elogiaron su progreso en medio de las dificultades de su vida actual. Comentaron que esta lección de la tristeza le estaba reteniendo, y le dijeron que tenía que ir más allá de esa emoción, para entender el verdadero significado de la defunción de los niños. Esto la ayudaría, y también a su familia.
Los ancianos aseguraron a Íla que, a veces, es comprensible sentir desesperación, pero que tenía que superarla. El trabajo con la energía, y la conexión con la luz, la elevarían, y también a las personas que le rodeaban, haciendo que las cosas fueran de otra manera. Le enseñaron que la meditación, y estar en el tiempo de sueño, alimentan el alma. Se necesita un equilibrio entre el trabajo y la emoción. Debía aprender a no perderse en el trabajo ni en la emoción, para poder seguir su camino. Esto también formaba parte de las lecciones que Candace tenía que aprender.
Alana, una miembro del consejo que ha estado con Íla durante muchas vidas, informó a Candace de que la partida de Daniel y Emma contenía distintas lecciones para cada miembro de la familia. El papel de Candace consiste en ser la portadora de luz y la confortadora. La pérdida que la familia ha experimentado, producirá más profundidad en sus relaciones; es una especie de curso de aprendizaje
acelerado sobre las personas y sus personalidades. Las cualidades de delicadeza y bondad que Íla desarrolló en las vidas que experimentó en la naturaleza, y con los animales, ahora cobran auténtico significado.
Candace, tiene que ofrecer a la familia recordatorios de los niños, para mostrarles que, aunque ya no están en un cuerpo, en realidad no se han ido. Tal y como el espíritu de su padre puede venir a ella, ellos también lo hacen. El espíritu de Daniel viene, con frecuencia, para ayudarles a crecer con su muerte y la de Emma.
Al concluir la sesión, Candace tiene un camino abierto para volver al mundo espiritual y visitar el consejo cuando lo necesite. Ellos le dicen que recuerde que puede venir y que, ahora, puede hacerlo por sí misma.

Nuestra sesión acabó aquí. Candace salió de la elasticidad intemporal del estado de  entre vidas, hacia el final de la tarde. Lo que a ella le habían parecido unos pocos minutos, habían sido muchas horas, puesto que aquella mañana habíamos empezado pronto. Me sentí honrado por haber participado en una experiencia tan increíble. Algo había cambiad,o tanto para ella como para mí, y sólo el tiempo revelaría el contenido de ese cambio.

Durante los meses que siguieron a la sesión, la tensión producida por el continuo dolor de la pérdida, se fue aliviando. Cuando me encontré con ella, para escribir esta historia, tenía buen aspecto. Sonreía, y estaba feliz, y sus ojos ya no tenían la tristeza de la primera vez que nos vimos. Y compartió conmigo esto; "Cuando murieron los niños, me sentí perdida, incapaz de conectar con mi centro, con mi alma, con mi corazón; incapaz de entender el universo. La regresión restableció esa conexión. Sentí alegría, momentánea y pasajera, y volví a sentir paz y alegría después de la sesión. No es que tuviera que recordar que nuestra existencia es eterna, pero necesitaba sentirla y experimentarla, atravesar el velo de dolor que mantenía mi alma apartada de mí".
Candace había tenido contacto con los espíritus de sus nietos desde que murieron, incluso antes de la sesión. Ella explicó que, ahora, la diferencia es que "continuamos con nuestra relación de una manera mejor. Mi comprensión de la naturaleza eterna de nuestra relación ha reducido el dolor de estar sin ellos". Es capaz de curarse por medio del dolor, en lugar de sentirse limitada por él. Y ahora, sus meditaciones son más profundas; le resulta más fácil entrar en ellas y quedarse allí.
También comentó, que las fotografías de Daniel y Emma durante los últimos meses de sus vidas mostraban "una mirada lejana en sus ojos. Es como si supieran que pronto tendrían que decir adiós".
Su corazón aún se está curando, pero ahora ella puede acceder a ese lugar de su alma donde el dolor se comprende y modifica, donde comienza la curación. "Sé, que volveremos a danzar juntos", dice. "Esto hace que la tragedia sea más oportable".