viernes, 22 de julio de 2011

CAPÍTULO 10. El guardia de la Wells Fargo.

Es interesante oir el capítulo si no eres sordo. Y leerlo, si no eres ciego



Ésta es la historia de un alma bastante avanzada, que ha llegado al tal nivel de competencia en el mundo espiritual, que se le permite trabajar con grado asombroso de independencia en funciones de profesor de jóvenes e inexpertas almas, según sus propias palabras. No obstante, su naturaleza no es descansar y sentirse satisfecha con los logros del pasado. Sigue esforzándose por perfeccionar la sensibilidad y la compasión por otros seres vulnerables que necesitan apoyo para encontrar sus puntos fuertes. Por tanto, ella trabaja, específicamente, para refinar su altruismo, paciencia y humildad; tanto en las tareas relacionadas con el mundo espiritual, como en sus recientes encarnaciones terrestres.
Como veremos, el trabajo del alma no tiene por qué ser aburrido. De hecho, su encarnación más reciente probablemente serviría para hacer el guión de una buena película.

REALICÉ LA SIGUIENTE SESIÓN hace unos años. En aquel tiempo, mi cliente, Anna, tenía cuarenta y cuatro años. Cuando nos conocimos era evidente que era desgraciada en su vida, pero la información que venía en el formulario que rellenó no transmitía toda la dimensión de su desdicha. Después de, aproximadamente, una hora de conversación, fui más consciente de sus problemas físicos y emocionales. No obstante, nadie podría prever hasta qué punto iba a cambiar su vida entre ese momento, y el del final de la sesión. De hecho, los cambios positivos continuarían acumulándose durante semanas y meses posteriores.

Los problemas de Anna no eran extremados ni, inusuales, simplemente, tenía demasiados. Durante toda su vida había sentido que había demasiada gente tratando de aprovecharse de ella. Decía, que era el felpudo de todo el mundo, y ahora parecía que se estaba quedando sin energía, tanto física como mental. Prácticamente, temía y desconfiaba de todo el mundo. Estaba perdiendo peso; había perdido unos doce kilos en el último año, y era incapaz de recuperarlos. Le habían diagnosticado un mal funcionamiento de las glándulas adrenales, y había desarrollado, por un lado una ansiedad insaciable por alimentos azucarados, y por otro, intolerancia a la lactosa. Me dijo que sentía que había perdido como un 90 por 100 de su personalidad anterior y que, a menos que algo cambiara pronto, sentía que su vida estaba llegando a su fin.
Como si todo esto no fuera suficiente, Anna también estaba teniendo lo que ella denominaba, «demasiadas experiencias espirituales». Siempre soñaba con una figura masculina que intentaba llegar hasta ella, y despertaba sintiendo una gran presencia en su casa, que parecía querer captar su atención. Estas experiencias espirituales, más que atemorizarla, le hacían preguntarse quién sería aquel ser, y qué querría. Estas experiencias místicas le hicieron buscar respuestas en los libros del doctor Newton, y ellos le trajeron hasta mí.
Antes de la sesión con un nuevo cliente, generalmente prefiero dedicar una o dos sesiones a un trabajo terapéutico más básico. De algún modo, este proceso se acortó en el caso de Anna, en parte porque tenía que viajar una distancia significativa para verme, y en parte porque, en mi conversación telefónica con ella, comprobé que tenía una apertura natural hacia las experiencias espirituales trascendentes. También me dio seguridad el hecho de que sus médicos le habían declarado mentalmente estable, y que no tomaba medicación que pudiera impedirle entrar en el estado hipnótico.
Por tanto, no me sorprendió que entrara en hipnosis muy fácil y profundamente, usando como imagen mental reconfortante uno de sus lugares favoritos en la naturaleza. Cuando me sentí satisfecho con la profundidad alcanzada, le sugerí que permitiera ser guiada a una de sus vidas pasadas más recientes. Anna empezó a decirme que le dolían los pies. Antes de que pudiera darme cuenta de a qué se refería, dijo; «He tomado estas botas de un muerto, y me quedan pequeñas». Como Anna no llevaba botas, me di cuenta de que estaba experimentando, vívidamente, otra realidad. De modo que empecé a plantearle preguntas:

-; (Ocultando mi diversión por el asunto de las botas, le dije); es una pena lo de tus botas. ¿Puedes decirme algo más, de ti? ¿Cómo vas vestida? ¿Qué aspecto tienes?
--; Bien, llevo una voluminosa camisa blanca de manga larga, y pantalones de cuero abotonados en el costado. Tengo un sombrero gris, redondo en la parte superior, y con ala estrecha. Soy bajo, gordo y desaliñado. No suelo afeitarme con frecuencia, quizá una vez cada cuatro meses. Y tengo el pelo gris en algunos lugares.
-; De acuerdo, estoy empezando a hacerme una idea. Evidentemente eres un hombre. Dime más.
--; Correcto. Soy un hombre y nadie me toma el pelo. No me meto con nadie, ¡pero más te vale que no te metas conmigo! No aguanto tonterías de nadie.
-; Entiendo. ¿Cómo te llama la gente? ¿Cuál es tu nombre?
--; Mi nombre es, Brén. Algunos me llaman Brénny. El nombre de mi compañero de trabajo es, Max. Él es nuevo. Deja que te diga algo; he perdido a muchos compañeros de trabajo porque no me escuchan. Ellos dudaron, y si dudas, te matan. Y eso es lo que les hicieron.

Pronto aprendí que, Brén, estaba en la cuarentena, y trabajaba como guardia de la Wells Fargo Cómpani, una empresa de transporte por diligencias que operaba> en el sudoeste de Estados Unidos de norteamérica, en tiempos del Salvaje Oeste. Era responsable de proteger a los pasajeros de la diligencia, y los contenidos de la caja fuerte que, él y su conductor, Max, transportaban en medio de regiones sin ley, entre las seis u ocho ciudades que comunicaba la compañía. Brén no tocaba el whisky, aun estando fuera de servicio, porque siempre quería estar alerta. Raras veces se relajaba. Me comentó que, incluso después de dejar la pesada caja fuerte de hierro en su destino, generalmente un banco, no se sentía seguro; «La gente nos observa, y no saben que no hay ninguna otra cosa valiosa en la diligencia. Tenemos que irnos de aquí», Brén y Max se sentían más vulnerables cuando abandonaban una ciudad, por eso solían salir corriendo, sin previo aviso, a mucha velocidad y, preferiblemente, con seis caballos frescos y muy ligeros. Para incrementar su paranoia, en esta época parece que ha habido una epidemia de viruela de modo que, cuando no tienen pasajeros ni objetos de valor, siempre prefieren pasar la noche en alguna parte del camino, durmiendo al raso, en un lugar donde se puedan defender.
Brén siempre tiene una escopeta recortada sobre su regazo, y cuatro más cargadas detrás de sus piernas, bajo el asiento del coche. Me dijo repetidamente; «Soy pequeño y me estoy haciendo viejo, pero no aguanto nada de nadie». Sus pistolas están bien engrasadas, limpias y cargadas.
Brén tenía una yegua llamada, Botón de oro. Decía, que siempre prefería un caballo pequeño, porque él mismo era pequeño, y así le era más fácil montar. Me dijo que, Botón de oro, era el amor de su vida. Nunca tenía que atarla, porque siempre se quedaba cerca de él, incluso de noche, y venía cuando la llamaba. Brén, dijo; «Botón de oro es la única hembra que se me acerca. Mírame; soy feo, sin educación y apesto. Soy un desastre; pero no para Botón de oro». No obstante, Brén, me dijo que, ocasionalmente, le gustaban algunas pasajeras de la diligencia y que, incluso, algunas veces flirteaba un poco con ellas. Dijo; «Sólo puedo permitírmelo porque sus vidas están en nuestras manos». Nunca llegó a nada serio y, en cualquier caso, parecía que él tampoco lo quería.
A pesar de los retos constantes, o tal vez debido a ellos a, Brén, le encantaba su manera de vivir. A lo largo de su carrera, había disparado y matado a varios tipos malos que habían tratado de asaltar la diligencia. «Si me retan directamente, les mato en el sitio, sin dudar. Nuestra reputación nos precede. La gente de nuestras ciudades nos respeta, y rezan para que volvamos seguros. Dependen de nosotros».
Pedí, a Brén, que fuera directo al último día de su vida. Y empezó a hablar;
--; Estoy en cama. Está oscuro, pero hay una lámpara de aceite a mi lado.
-; Le pregunté; ¿Estás enfermo, herido, o simplemente agotado?
--; Me han disparado. Me han dado aquí. (Anna apunta a su lado derecho, y comenta lo siguiente; «Esto explica por qué siento dolor en este sitio, algunas veces».)
-; Bien. Dime. ¿Hay alguien que te cuide, o estás solo?
--; Mi hermana, Clarisa, está conmigo. Ella es más joven que yo. Es tan buena conmigo, pero no le gusta mi estilo de vida. Ahora está aclarando los paños ensangrentados. Estoy sangrando mucho.

En este punto, Anna cambia, brevemente, su perspectiva al presente, para decirme que reconoce a Clarisa como su hermana, Kímberly, en su vida actual, y pude ver que disfrutaba de un profundo y repentino sentimiento de intimidad y de amor por su hermana.
A pesar de lo hermoso de esta revelación, Anna quiso volver enseguida a la situación de cuando era, Brén. En cuestión de segundos, empecé a preguntar a, Brén, cómo le habían herido. ¿Estaba en la diligencia cuando ocurrió? ¿Sabía quién le había disparado? Todas sus respuestas eran muy vagas. Me pareció que no quería hablar de esos asuntos. Tampoco quería morir. Siguió siendo fiel a su naturaleza dura e indómita, hasta su último aliento. Al final, no sentía dolor, simplemente, no podía respirar. Finalmente, según sus propias palabras; «No pude hacer nada más que DEJARME IR.»
Pregunté a, Brén, qué estaba experimentando, si es que experimentaba algo, después de abandonar su cuerpo físico, y me dijo; «Ya no estoy allí, ahora estoy rodeado de nubes.» No podía ver a distancia, porque le tapaban las nubes, pero sabía que estaba lejos de la Tierra. «Aquí no hay nada más que paz, sólo paz. La desdicha se ha ido. Ahora estoy seguro. Aquí, no tienes que hacer nada.» Después de un minuto o dos, desaparecieron las nubes, y pudo ver algo a lo lejos, algo que tenía la forma de un calzador con una luz en él. «Pero no es un calzador; voy hacia él.» Al acercarse más, dice; «Es un lugar; -un lugar agradable-; y la sensación es como en la Tierra, pero no es la Tierra. Hay árboles, flores y hierba, como en la Tierra, pero los colores son más brillantes. He estado aquí antes. Este lugar es, justo, lo que necesito. Aquí no tengo que preocuparme por algo. Puedo descansar; éste es mi lugar, en donde rejuvenezco. Siento que está ocurriendo, me estoy llenando. Todo en mí está sanando. No necesito nada más».

Brén, quedó en silencio, de modo que le pregunté si podía decirme cuánto tiempo solía quedarse en ese lugar de soledad y rejuvenecimiento, en términos de tiempo terrestre. Su respuesta fue; «entre cien y doscientos años». Después de muchas sesiones, he llegado a entender que el cliente, en este punto, está operando en un tiempo no lineal. Por tanto, no puede comparar, directamente, el tiempo lineal de la Tierra con lo que está experimentando en el más allá. Esto me ha permitido usar una técnica muy interesante, y práctica. Simplemente, le dije a, Brén; «Honremos esos cien, o doscientos años, durante dos minutos completos del tiempo terrestre, en los que podrás experimentar el paso de tanto tiempo, como desees en ese lugar de soledad, para rejuvenecer plenamente tu energía» . Después de dos minutos de silencio, pregunté suavemente a Brén, si sentía que había acabado, y si estaba listo para salir de allí. Me dijo que había terminado, y que podía sentir la diferencia; sentía una sensación de plenitud. Ahora, pude ver que, Brén, estaba muy cambiado. Basándome en mis experiencias con las regresiones, entendí que, Brén, se estaba orientando mejor hacia esta realidad mayor, recuperando la conciencia de sí mismo como alma inmortal.
Supe que el nombre inmortal de su alma es, Karaá. ,Karaá, es femenina, muy alta, esbelta y grácil. Es, exactamente, el polo opuesto de, Brén. Actualmente, ella ha retenido el 85 por 100 de su energía, lo que significa que, Anna, sólo se llevó el 15 por 100 cuando encarnó. Los datos combinados de cientos de sesiones dirigidas por el doctor Newton y otros, han indicado que el porcentaje medio de energía que las almas traen a sus encarnaciones físicas, está entre el 40 y el 60 por 100.
Al dar a Anna una cantidad de energía relativamente pequeña, ,Karaá, ha conseguido dos cosas importantes. En primer lugar, ha retenido suficiente energía para seguir haciendo su trabajo en el mundo espiritual, por el que siente mucha pasión. En segundo lugar, la cantidad de energía relativamente pequeña de que dispone Anna, le hace sentir añoranza por el otro lado, su verdadero hogar en el mundo espiritual. Esto hace que Anna esté más abierta a recibir ayuda del hogar, aunque también puede hacer que, como ser humano, en algunas ocasiones se sienta débil e intimidada.
Karaá tiene un guía llamado, Sariel. Él tiene una energía más masculina, pero no viene a verla tanto como antes. Siempre está a disposición de ,Karaá, cuando le necesita, pero raras veces necesita llamarle.
El color de la energía de un alma siempre es de gran interés, porque revela mucho de su nivel de desarrollo. Para mí, la energía de ,Karaá, es extremadamente interesante, y bastante inusual en la disposición de sus colores. Tiene mucha energía azul, lo que indica que tiene un alto nivel de experiencia pero, generalmente, prefiere ocultar sus logros, recubriéndose con el color blanco grisáceo, patrón típico de un alma más joven e inexperta. No podía entender esto, hasta que me llevó al lugar donde trabaja. Es un edificio cristalino, encaramado sobre un pedestal también de cristal, y uno debe reajustarse, cuidadosamente, antes de entrar en él.
--; ,Karaá, dijo; Este lugar es muy antiguo. Pero no es únicamente un lugar; ¡está vivo!
-; ¿Quieres decir que está vivo del mismo modo que tú estás viva?
--; (Enfáticamente.) ¡Está más vivo que yo! Tienes que tener respeto por él; un respeto tremendo; antes de poder entrar. Tienes que ser siempre humilde. No debes mostrar orgullo. No es bueno para ellos que yo me muestre orgullosa. Les enseño a ser más de lo que son, pero tengo que ser muy delicada con ellos.
-; ¿De modo que eres una profesora?
--; Sí; correcto. Pero tengo que tener mucho cuidado con ellos. No puedo presumir; (esto que dice ,Karaá, es una referencia a su color azul); porque me admiran. Son tan jóvenes; pequeñas luces blancas. Quieren aprender, pero son muy tímidas. Tienes que tener cuidado, porque confían totalmente.
-; ¿Significa eso que matizas tu energía cuando estás aquí? ¿Cómo te apareces ante ellas?
--; Correcto. Soy de un aliviante color grisáceo. Mi túnica tiene pliegues, y sólo permito que el color azul se muestre como líneas en las sombras de esos pliegues.
-; Eso suena bastante elegante.
--; (Con un tono enfático, pero sigiloso.) ¡Lo es!
-; ¿En qué sentido eres diferente cuando no estás aquí?
--; Soy más brillante, y a veces dejo que mi energía azul se muestre más, pero eso podría infundir temor a los pequeños. En realidad, no estoy tan avanzada. (observemos cómo, en este punto, las almas de este nivel de avance tienden a ser increíblemente humildes, de modo que esta declaración ayuda a confirmar sus logros). Simplemente, sé hacer este trabajo, preparar a las almas jóvenes para pasar al nivel siguiente. Lo hago muy bien, y me encanta hacerlo.

Nuevas preguntas revelaron que, Karaá, trabaja de manera autónoma con entre seis y ocho alumnos cada vez, y mantiene un nivel de actividad bastante constante. Ocasionalmente, se toma algún tiempo para socializar con otras almas de su nivel pero, en realidad, esto es algo que hace muy poco. A medida que avanzaba nuestra sesión, esta alma, relativamente avanzada, no me llevó a ninguno de los demás lugares que solemos encontrar en el mundo del espíritu durante las sesiones. Aunque inquirí y pregunté, no quería revelar mucho más.
Karaá, señaló que el objetivo de su encarnación como Anna era doble. Ella tiene que valerse por sí misma una vez más, y defender a los demás, tal como hizo, Brén, pero esta vez en un pequeño cuerpo de mujer, sin la ayuda del, «arsenal de rifles de cañón recortado». Asimismo, tiene que asumir el papel de cuidadora. Inicialmente, Brén, no parecía tener muchas buenas cualidades, pero nuevas exploraciones revelaron que la actitud de, Brén, hacia la vida no era tan fría, despiadada y descuidada, como sugerían sus palabras. Según Anna, era admirado en muchas ciudades del Oeste por ser un valiente protector de las vidas y de la propiedad de la gente.
El mensaje para Anna es que, aunque, Brén, era vulnerable en su trabajo, eso no deterioró, ni redujo, su capacidad de actuar cuando era necesario. La figura fuerte y masculina de los sueños de Anna que le trajo hasta mí, parecía tener la intención de mostrarle una encarnación de su ser real, en, Brén. Recordar esta vida, demostró a Anna su verdadera capacidad como alma de superar la adversidad con fuerza e independencia.
Yo esperaba que la sesión continuara un poco más cuando, Karaá, anunció de repente que ya era hora de acabar la visita. Esto fue una sorpresa, porque muy pocas sesiones acaban con una despedida así. De modo que hicimos caso de su sugerencia y la visita acabó.
Cuando saqué a Anna del trance, sentí que no había obtenido toda la información espiritual para ella que me hubiera gustado. Pero superé rápidamente esa sensación cuando ella abrió los ojos y gritó; «¡Oh, Señor, esa mujer es tan fuerte! ¡Es asombrosa! ¡Me sentía tan bien por volver a estar con ella! ¡Es tan importante lo que hace para animar a los pequeños! ¡Y ese, Brén; increíble! Él me ha mostrado lo qué es ser un hombre. Ahora entiendo por qué los hombres actúan como lo hacen. ¡Vaya! ¿Ha sido real todo esto?».
Después de esta sesión, la vida de Anna empezó a mejorar rápidamente. Recuperó su energía de manera inmediata. Empezó a tener un deseo inexplicable de tomar alimentos saludables, ¡y engordó cinco kilos en seis semanas! Se sintió encantada y sorprendida, al descubrir que había perdido todo deseo de tomar alimentos azucarados. ¿Y se puede imaginar su sorpresa cuando descubrió que ya no tenía intolerancia a la lactosa?
Su sistema digestivo era la parte de su cuerpo más afectada por sus problemas de autoestima. Nuestras emociones, y nuestro estado de salud, no son cosas separadas. Al recuperar el recuerdo de su alma inmortal, se sintió capaz de creer en sí misma y realizar sus sueños.
En el momento de escribir esto han pasado ocho meses desde que Anna hizo su sesión, y me dice que, ahora, siente determinación, que su vida tiene un propósito. La gente ya no le da miedo. Y añade; «Me siento cómoda con algunas personas que antes me incomodaban. Y lo que es igualmente importante, empiezo a sentirme incómoda con algunas personas de las que, verdaderamente, necesito alejarme, pero de las que, antes, no podía hacerlo. Ya no soy un felpudo; ya no tengo que soportar eso.»
¡Esto suena como algo que diría el propio Brén!.
Otros cambios notables; Anna ya no teme a la muerte, y ahora es capaz de percibir el plano etérico que nuestros cinco sentidos habituales no detectan.
Anna me comentó, recientemente, que unos meses después de nuestra sesión visitaba un mercadillo en donde se vendían rifles antiguos. No le interesan las armas, pero se sintió atraída por uno de los rifles que se parecía al que, Brén, llevaba en su regazo. Mientras lo miraba, un hombre se le acercó y le preguntó si le interesaban las armas antiguas. Ella dijo que sólo le intrigaba aquella arma en particular, y antes de que pudiera pensar cómo explicarse, él le dijo; «Es el tipo de arma que solían usar los guardias de las diligencias Wells Fargo.» Anna dijo que el precio era demasiado elevado para su presupuesto, pero que ahora lamenta la decisión de no comprarlo.
El trabajo de Anna en su actual encarnación continúa, y a juzgar por los cambios mentales, emocionales y físicos tan positivos que le han ocurrido después de la sesión, está progresando hacia el logro de los objetivos de su alma. Además, ahora lo sabe.
El caso de Anna es un ejemplo de un alma relativamente avanzada que está tratando de perfeccionar su altruismo y sensibilidad hacia los demás. La manera en que, Karaá, se plantea su trabajo de profesora, demuestra cuán enfocada está en dominar este tipo de compasión. Por tanto, en sus encarnaciones más recientes, al experimentar los puntos más delicados de su vulnerabilidad, está refinando, continuamente, su compasión por los que se sienten vulnerables. En la persona y cuerpo de Anna, ,Karaá, está refinando esta experiencia, afrontándola sin las protecciones con las que contó, Brén. El resultado inmediato es que, ahora, Anna se siente fortalecida por esta nueva perspectiva, y se ha sentido más aliviada y curada de lo que nunca creyó posible.